miércoles, 25 de septiembre de 2013

fraserología

Tengo a la vez, una memoria tan pródiga y tan pobre que la mayoría de las veces dudo de que haya algo (aunque tan solo sea una palabra) en lo que diga o escriba a lo que pudiere decir que me pertenezca o sea legítimamente propio.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Haikus

Nocturno



el alma mía
como era muy tarde
durmió a tu lado





Amaneciente

Desperté tarde
miré la prisión reloj
no me perdonó




Fugaz

Río de Heráclito
pasar de la pesada
agua del tiempo


martes, 10 de septiembre de 2013

Los contrincantes

     Eramos (debería decir "somos") enemigos o contrarios ideológicos. Por algún estúpido enfrentamiento que ya no recordamos, cualquier cosa que yo diga o proponga será contradicha por él y de igual manera cualquier cosa que él sugiera yo encontraré la manera de contradecirla. No hay muchas razones para ello y muchas veces nos hemos encontrado argumentando a favor de ideas que originalmente no aceptamos sólo para llevarle la contraria al otro. Creo que pensar distinto que el otro es parte de nuestra identidad intelectual.
     Un día se acercó y en tono de epistemólogo francés de mediados del siglo XX, me dijo:
- Nunca confíes en los consejos que te da alguien pagado de sí mismo.
     Casi caigo en el engaño. Estuve a punto de decirle: "y por qué debo confiar en lo que vos decís" pero me di cuenta a tiempo y me callé un segundo para pensar. Me daba rabia, sentía bronca e impotencia por no encontrar la salida de esa paradoja.
     Él me miraba y sonreía sabiéndose ganador de esta contienda. No había forma de que lo contradiga sin aceptar su consejo. Entonces, levanté la cabeza con la mirada de quien acepta su derrota (él miraba victorioso) y le dije:
- Tenés razón.
     Miró desconcertado; bajó los ojos y luego la cabeza en señal de derrota y se fue.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Dos gorditos

Los miro y en sus movimientos involuntarios parecen hablar. Entonces imagino lo que dicen mientras su espíritu se convierte en un charco de agua.

- ¡Qué calor! No aguanto más este calor... y eso que aún no llegamos a primavera. Bueno, en verdad dudo que esta vez lleguemos a primavera.
El gordito habla o me lo imagino hablando mientras una bandada de gotas cristalinas recorren desde su cabeza, acarician y humedecen su cara y se deslizan suavemente por su esférica barriga.
- Con cuánta gana me mudaría al polo, con cuánta gana...
Dice el otro, que por estar justo bajo la sombra de un árbol, desagua a menor velocidad que el primero.
- Yo no, un amigo de por allá me dijo que recorre el lugar un monstruo de 8 pies de altura y una facha de muerto resucitado que da miedo mientras repite "Víctor, ¿por qué Víctor?"
- Algo oí, pero también de una ballena gigante, blanca... que anda comiendo navíos.
- Eso es mentira.
- No, no es mentira. Me lo contó Ismael.
- Bueno, qué importa. Ya no aguanto más este calor.
- Vayamos el polo... yo no aguanto más...

Y no aguantó más; la grande y redonda masa de nieve que formaba su barriga se convirtió en nada y su cabeza mientras se deformaba en el piso perecía repetirme.
- Ya vendrá Cronos también por ti.

Yo prefiero no pensar más y mirar cómo el segundo muñeco se derrite sin decirme nada, ni de monstruos, ni de ballenas ni de dioses hambrientos.
Y tomo una cerveza mientras pienso: ¡Qué calor!¡No aguanto más este calor! Con cuánta gana me mudaría al polo...

sábado, 7 de septiembre de 2013

La telaraña

     Recorre el lugar mientras piensa el lugar como quien piensa cada uno de los objetos que los componen.
     Saca Uno y lo mira, detenidamente; y lo admira, infinitamente; tan completo, tan único, tan innecesario. Y lo vuelve a guardar, en su mismo lugar, en su mismo orden, en su misma unidad.
     Recorre el lugar a paso lento y tranquilo y saca Otro y lo mira, detenidamente; y lo admira, infinitamente; tan completo, tan único, tan innecesario, tan individual. Pero antes de volverlo a guardar se da cuenta que hay algo, algo pequeño, casi imperceptible, del Uno en el Otro o del Otro en el Uno.
     Recorre el lugar buscando un Tercero que llame su atención. Lo encuentra y lo mira, detenidamente; y lo admira, infinitamente; tan completo, tan único, tan innecesario, tan individual, tan colectivo. Busca entre las páginas y encuentra algo del Uno y encuentra algo del Otro.
     Recorre el lugar y un Cuarto y un Quinto y un Sexto y todos se entrecruzan y todos se mezclan como si fueran uno sólo, gigante y fragmentado, como si fueran un fragmentado gigante solo.
     Recorre el lugar y en el séptimo se detiene; porque el siete siempre ha tenido algo de infinito y algo de pantalón roto y algo de robo y algo de enano y algo de pecado.
     Decide que en ese lugar no hay muchos, decide que en ese lugar hay uno solo, un gigante y fragmentado monstruo polimorfo que seduce, que ama, que lastima, que encierra prisioneros en su seno por igual a Tánatos y a Eros. Decide que ese lugar que él tiene a cargo, que ese lugar que él cuida es una gran telaraña para atrapar las almas, que es una gran telaraña producto del cielo y del infierno al mismo tiempo.
     Y después de pensar, o de darse cuenta o de construir con su mente el sentido de su trabajo se va a sentar el pequeño bibliotecario a la mesa de entrada a esperar que una incauta alma venga a pedir el primer libro de esta endemoniada y divina telaraña.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Un ruido lleno de historia contado por una furia

     Más agua, necesito más agua... siempre está sucio. Es el viento, es el lugar... yo no sé cómo hacen otras. Lo deben dejar sucio; eso es lo que pasa, las otras no se preocupan tanto por la limpieza como me preocupo yo. Es al pedo, debería relajarme más... pero no puedo, no me banco la mugre. Esa mugre que se agarra y no te suelta; esa mugre que se prende, que se impregna.
     Más agua, necesito más agua y más jabón. Seguro que las otras no se hacen tanto problema con la suciedad. Yo no sé como hacen. Últimamente ni él me entiende; últimamente está tan sucio, me da asco, todo sucio, todo manchado, todo impregnado.
     Más agua, necesito más agua...

     El criado harto de escuchar siempre el mismo monólogo de su reina escocesa, la agarró del vestido y la arrojó por la ventana del castillo.

-¿Qué es ese ruido?- pregunta el rey.
- Mi señor, la reina ha muerto. -contestó el criado
- Había de morir tarde o temprano. Mañana, y mañana, y mañana se arrastra día tras día hasta la sílaba final del tiempo escrito, y la luz de todo nuestro ayer guió a los tontos hacia la muerte. La vida es un cuento que cuenta Faulkner, lleno de ruido y de furia, y que no significa nada.

El criado harto de escuchar siempre el mismo soliloquio de su rey escoses,
lo tomo del manto real y lo arrojó por la ventana del castillo.

- Mierda. -dijo el criado- He de quedar como rey... ¡Córtenle las orejas a todos los espectadores!

¿Tenés fuego?

     Todos los días el ave viene, todos los días el ave destripa, todos los días arranca las entrañas y allí mismo, frente a Prometeo, las come. Prometeo la mira; después de tantos años, décadas, siglos, milenios, infinitos, la costumbre ha hecho que lo normal no duela, que la rutina que antes fuera sufrimiento ahora sea hábito esperado.
     Todos, los dioses y los hombres, han olvidado a Prometeo; sólo el ave comedora de entrañas que recuerda día a día ir hasta su prisión de cadenas a comer su rutina esperada lo conserva en el recuerdo.
     Un día la longeva ave morirá y Prometeo sufrirá su mayor tormento; caer en el definitivo olvido, en la irreparable soledad.

martes, 3 de septiembre de 2013

Episodio de fiebre amarilla

Me agacho a cerrar el portafolio de mis herramientas, sé lo que van a encontrar aún sin saberlo, la escena se repite en distintos grados de patetismo pero en el mismo grado de pobreza. Me agacho a cerrar el portafolio y observo entre las piernas de Roque y Manuel. Me agacho y observo a Ana, en el piso; Ana, muerta, notoriamente muerta; Ana, en silencio; Ana, calmada en la muerte y calmada en el llanto de su criatura que lucha desesperadamente por amamantarse y no puede. La criatura que llora todo su hambre y no puede porque Ana, en un acto de amor, de crueldad o de ternura tiene la blusa abotonada hasta el cuello.

La blusa abotonada, una cuchara sucia, una taza que contuvo caldo, todo en el piso junto a la muerte de Ana en silencio quebrado por el llanto de vida del niño que tiene hambre. Ana se supo enferma y Ana no quiso dar de mamar su amarilla muerte; intentó quizá el caldo y el chico no quiso y el niño no quiere y el niño tironea la blusa que lo separa, con férreos botones de su teta, de su alimento y lo llevan al hambre, a la agonía de sentir su deseo insatisfecho. Y es ese llanto el que se sabe vivo y es el silencio de Ana el que se sabe muerto.
Me agacho a cerrar el portafolio y un muchacho de la otra habitación, la de la izquierda, sostiene la puerta. Yo miro entre las piernas. Roque habla de dos muertos, pero desde donde estoy solo puedo ver a Ana en silencio y a su bebé que llora. Manuel se toma el pecho, porque sabe que llegó tarde, porque sabe que no tuvo tiempo, porque sabe que la fiebre (no importa si llega o no llega él) se llevará los pobres a un amarillo tiempo, lejos de medicinas y de doctores... al silencio.
El bebé llora porque tiene hambre. El bebé llora porque está vivo. El bebé llora porque estar vivo es tener hambre. El bebé llora porque la vida duele.
Y yo cierro el portafolio y yo me voy; porque no quiero sentirme vivo; porque sentirme vivo significa que me estoy doliendo.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Y Dios dijo... y se hizo

¿Algo existe porque el sistema me lo impone?
¿Algo existe porque lo venden?
¿Algo existe porque lo necesito?
¿Algo existe porque lo creo (de crear y también de creer)?
¿Algo existe porque sucede?
¿Algo existe porque lo oigo?
¿Algo existe porque lo veo?
¿Algo existe porque lo pienso?
¿Algo existe porque lo siento?
¿Algo existe porque lo amo?
¿Algo existe porque me río?

Sí, no, tal vez todos, parte, ninguno...

Una sola cosa es segura, existe porque lo enuncio: la ontología del ser es estar "sujeto" a un enunciado del cual se "predica" algo.

Y la pregunta que hueva la gallina es qué palabra habrá hecho a Dios o qué Dios habrá hecho la palabra.

Honestidad brutal

- ¡Hola!
- ¡Hola!
- ¡Qué gorda que estás!
- ...
- Che, no te pongas mal, vos sabés que siempre digo la verdad.
- ...bueno; sí, estoy un poco por sobre mi peso.
- ¿Y te pone mal estar gorda?
- Y... sí...
- Vos siempre te preocupaste por estupideces y no por cosas serias.
- ...
- Y el idiota ese con el que salías.
- ¿Quién?
- Ricardo.
- Me casé con él...
- Uf, qué mala suerte que tuviste, pero bueno, seguro que tampoco te recibiste... como nuca te dio la cabeza para mucho.
- No, sí, soy maestra.
- Bue... maestra... yo decía recibirse de algo... de algo de verdad...
- ...
- Che, no te pongas mal, vos sabés que siempre digo la verdad.
- Y sí, que iba a esperar... vos nunca creciste como para reconocer entre la mentira y el tacto.
- Pero andá a cagar... si hay algo que nunca me banqué es la gente que necesitan que le mientan todo el tiempo.