jueves, 24 de octubre de 2013

Puntos de vista

No te esfuerces tanto,
no te ven,
tu imagen no es real
es una excusa para ver lo que quieren
(para bien o para mal)
ver en vos.

Esfuérzate menos,
vos también está ciego
y ves en los demás,
lo que creés
(para bien o para mal)
ver y nada más.

No te esfuerces tanto ni tan poco,
todo es un simulacro vincular
que nadie parece saber jugar.

Es posible que esto no sea lo que querés leer
pero en mis ínfulas tiresianas
escribo lo que quiero pensando que lo quieres.

miércoles, 23 de octubre de 2013

El plagio

     Nadie lo vio llegar a su cama en la anónima noche; pero al día siguiente nadie ignoraba que era un plagio. A nadie le importó que él dijera que venía del norte, de algún lugar del que prefería no acordarse, no era necesario; su imitación y falta de originalidad se olían como perfume parisino.
     Algunos vecinos alegaban ver entrar y salir por la puerta de atrás de la casa a un ser despreciable que debía de extorsionarlo.
     Las habladurías lo lastimaban pero recostado en la cama sus heridas sanaban mágicamente como si estuviera en un lugar sagrado.
     Se propuso entonces soñar un autor que lo justificara a él como personaje. Y soñarlo con tanta minuciosidad que se impusiera en la realidad...
     Si tuviera autor, evitaría el plagio.

     Primero fue solo ruido y furia, sueños sin sentido.
     Luego de mucho intentarlo el proyecto fue tomando forma y el autor fue surgiendo como sin quererlo detrás del papel.
     Levantó la cabeza, leyó las palabras y las borró a todas porque le parecían copiadas de algún lado.

jueves, 17 de octubre de 2013

Se ha dicho





Uno, dos, uno.
- ¿Vos?
- Sí, yo.
- ¿Hasta cuándo?
- Hasta que yo quiera.
Cerró la ventana y me quedé fuera.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Un río gris en la oscuridad de la noche

     Es de noche, muy de noche, noche profunda por oscura y oscura por cerrada y cerrada por misteriosa. No es que yo sea cagón; pero estas noches me dan un poco de miedo. Siempre me ha dado un poco de miedo no ver; que la luz de la luna no se apiade un poco de mis ojos.
     Cuando hay luz todo se hace más superficial, más claro, más visible y el miedo desaparece; pero a medida que la oscuridad avanza lo playo se hace hondo y lo hondo se hace profundo y en la profundidad de la noche hay tanto para pensar y tan poco para distraerse; dis-traerse, traerse fuera, fuera de esa profundidad agobiante, devenir superficial y perder el miedo.
     Camino sobre el verdor húmedo de la orilla del río gris, el río me da miedo cuando la noche es profunda. Lejos del río es peligroso... o no, no sé... lejos del río en la noche oscura se pierden las referencias y uno no sabe dónde camina, y uno no sabe dónde está, y uno no sabe dónde se dirige.
     El río inmóvil, en cambio, está ahí y siempre estuvo como referente eterno (ha estado antes de que yo existiera y estará después de mi extinción), como símbolo del largo e interminable recorrido de la vida.
     En el río gris, manchas lumínicas se deslizan a gran velocidad, juguetean con mis ojos que parecen cerrados de tan oscuros. La noche es profunda, oscura, cerrada, misteriosa pero los peces luminosos alegran mi existencia, tranquilizan mi temor.
     Apoyo un pie en el río gris, duro y frío; pongo el otro. No veo nada. Mis cuatro extremidades en contacto con el río y me deslizo, lentamente, tratando de descubrir el piso en cada paso. Un brillo repentino me permite ver mis manos, mis peludas manos apoyadas en el gris y me doy cuenta que es un brillo, un brillo veloz del río, y levanto la cabeza y lo veo fascinado y veo cómo viene hacia mí para salvarme de la oscuridad.

     Sabe que es imposible cualquier maniobra y decide golpearlo con el costado del vehículo. Siente que la rueda derecha pasa sobre el cuis y lo percibe mullido y cómodo. Sabe que no ha dañado nada del auto y sigue su camino sin detenerse. Solo se queda pensando en algo de esos ojos locos, iluminados, fascinados que lo miraron directamente como si le hubieran visto el alma.
Piensa en esos ojos unos kilómetros y después se olvida.

sábado, 12 de octubre de 2013

12 de octubre

     Los llevaba en un bolsa atada al costado del caballo. Galopaba tranquilo, el día había sido provechoso. No era fácil tener trabajo en la Patagonia, uno tenía que ser un hombre fuerte. Hoy había sido un día provechoso, llevaba su bolsa llena y en la Williamson Balfour le pagarían muy bien. Podría pasar ese fin de semana tomando tranquilo, sin preocuparse; conseguirse una mujer quizá, una que acceda hacerlo con él, aunque sólo sea por dinero pero esto de tener que forzarlas ya no era tan placentero como antes. Incluso intentó usarlas después de muertas; pero, a él, eso no le parecía bueno, había que respetar ciertas cosas. Siempre era mejor pagar una mujer que usar una india.
     Llegó a la entrada de la Williamson Balfour, allí estaba siempre a la espera Brian, una especie de ratón de biblioteca orejudo y rodeado de papeles. El jinete tiró la bolsa sobre la mesa con desprecio, la bolsa chorreaba un espeso líquido amarronado.
El contador (era el que contaba) vació la bolsa sobre la mesa y comenzó a contar las orejas o las bolsas testiculares que se desparramaron manchando de sangre todos los papeles. Pero las manchas de sangre no molestan, las manchas de sangre son habituales en estas empresas. Anotó la cantidad en un cuadernito, sacó de su bolsillo unos billetes y se los dio al jinete.
     El jinete miró con enojo y el orejudo anticipó el reclamo ya de espaldas y sin mirarlo.
- Ya hay mucha gente que hace lo mismo, el precio por unidad ha bajado.
     Se fue con lo que le dieron sin chistar a gastarlo en bebidas y mujeres; total, parece que no se acabaran nunca los indios para matar.

     Al cierre del acto, la maestra en su prolijo guardapolvo blanco, dijo a todos los alumnos: "Y este día es para reflexionar que el país somos todos y no porque le demos valor a los "indios" vamos a dejar de reconocer el esfuerzo y el valor de nuestros inmigrantes y de todos los que vinieron a poblar y traer cultura a estas tierras."

     El acto terminó; pero algunas cosas, no.

viernes, 11 de octubre de 2013

Diversidad

     Ella iba, como todos los días, al trabajo... No, mentira; no era como todos los días. Esta vez se sentía mucho mejor; realmente haberse puesto tetas la completaban, sentía las miradas de los otros sobre su persona, se sentía mucho, muchísimo más segura. Ese día antes de salir, se había mirado detenidamente en el espejo... comenzaba a gustarse.
     Se puso el jean ajustado, se ató su coleta ligeramente cana (nunca había querido teñirse) y se afeitó prolijamente (la depilación definitiva sería la solución pues el tratamiento hormonal evidentemente no alcanzaba). Estaba contenta, por fin había encontrado un trabajo en el cual la aceptaban sin pedirle que se disfrazara de lo que no era, de lo que un médico alguna vez dijo equivocadamente y que ahora, por suerte, había podido ser corregido incluso legalmente.
     Caminaba contenta, un poco más contenta de el resto de los días. Miró, en la entrada de su trabajo un grupo de estudiantes esperando entrar y pensó que era bueno que desde niños vean toda la variedad que somos; porque ahí, en su trabajo, había de todo y eso estaba bien (qué diferente adolescencia había tenido que vivir ella). Sonrió un poco más y entró ligeramente más contenta.

- No puede ser... - le salió del alma con un desprecio que oscilaba entre el asco y la risa -y nosotros le pagamos el sueldo a estos.- Concluyó la docente mientras lo miraba entrar.
     No comprendía bien cómo se permitían esas cosas. A esos ridículos habría que obligarlos a vestirse como se debe; pero claro, en los laburos del estado además de no hacer nada cada uno va como quiere.
- Qué pueden aprender los chicos con este señor con tetas disfrazado de mujer con notoria sombra de barba...- pensaba para sí.- Estas ridiculeces, por suerte, se ven en Buenos Aires o en Rosario, pero en el pueblo aún no. - se consolaba. Da vueltas la cabeza buscando complicidad con algún colega, otro que comprenda la indignación que siente ("no, con ese no, ese siempre pensó cosas raras") por fin encuentra otro que mira al tarvesaño con el mismo asco que ella siente y vomita su asco en una frase.
- ¿Viste eso?, ¿podés creer? ¿sabés lo que haría falta acá? - suficiente, toda una ideología política y una forma de pensar el país expresada en tres preguntas retóricas. El otro sonríe con desprecio y agrega el remate necesario.
- Y qué querés... si nadie controla.-
     Control, orden, son palabras que les gustan mucho a ambos.

     Un alumno los escucha, comparte la opinión de sus profes, sabe que eso está mal. Sabe y le duele. En casa fue muy doloroso cuando ella, su hermana, vino con "esa" a dercirles a sus padres... a contarles sobre su desviación... sobre su enfermedad... a él le gustaría ayudar a su hermana a entender y entiende a su padre cuando le pegó esa trompada; lo entiende porque entiende el dolor de su padre viendo a su hija equivocarse así... y además mostrarlo a todo el mundo... por qué no lo hacía callada, sin que nadie se enterara... la cantidad de chistes que había tenido que aguantarse habían sido demasiados y eso también era culpa de su hermana.
     Él entendía a sus profesores y compartía lo que decían (a dónde vamos a ir a parar) y le hubiera gustado decir algo pero no podía porque algún idiota podría saltar con lo de su hermana... y se acumula rabia.
Frente a él pasa un compañero que todos saben que es medio maraca y no sabe por qué pero le mete la traba. El muchacho cae y se queda en el piso dolido.
- Levantate, marica de mierda. - le dice el mismo responsable de su caída liberando en esa frase la bronca contenida y habilitada por el comentario de sus dos profes.

El muchacho está a punto de llorar.
Los profes molestos de que otra vez sea el mismo el que está en el piso.
Ella ya está adentro del trabajo y sonríe pensando que existe la diversidad, sonríe con ingenuidad convencida de que un par de leyes son suficientes para revertir toda una cultura.
El muchacho sonríe, meter esa traba -el traba, la traba, la torta ¡qué torta se dio!- fue como humillar a su hermana, esa que carga el desprecio de toda su familia. ¿Por qué tiene que haber gente rara?¿Por qué no son todos normales?
Los profes sonríen porque el día siguiente no tedrán que aguantar a estos pendejos maleducados ya que hay un curso sobre Bullyng.
El muchacho en el piso está a punto de llorar.

martes, 8 de octubre de 2013

La de todos los dones

    El producto de Hefesto, encargo de un Zeus molesto, trae al mundo de los humanos su bendita-maldita cajita. Y tan mal abierta ha sido esta caja en las lecturas de un Occidente más calmo de guerras y pasiones que aquellos belicosos aqueos próximos al idiota de Epimeteo y lejanos en generosidad y espíritu paciente del "entrañable" Prometeo.
     La bella Pandora trae a cuidado su cajita bendita y maldita con la orden de sacrificar la curiosidad en pro de la tranquilidad.
    Ella quizás por suerte elige el mejor de los males, porque nadie sería capaz de sacrificar su deseo de aprender y de conocer en favor de una aburrida y calma inmortalidad. Nada sería más terrible que haber optado por la eternidad y sanidad de una especie que no ambiciona descubrir lo desconocido (un sin fin sin sentido de una existencia sin deseo).
     De la ausencia de deseo Pandora nos libera al abrir su maldita cajita bendita.
     Pero lamentablemente deja atrapado en el fondo oscuro del ser humano el peor y más terrible de los males: la esperanza. Muchas veces la maldita esperanzo obliga a los condenados a soportar su infesto destino dándoles la confianza de que de algún modo y alguna vez casi milagrosamente podrían ser salvados del suplicio... y el condenado se queda ahí parado de espalda a los azotes del destino sin dar un paso siquiera al costado porque tiene la estúpida, dañina, maligna esperanza de que algo va a cambiar aunque él no haga nada. Sus entrañas son comidas día por día y su piedra se desliza cuesta abajo otra vez y los dioses trazan surcos en su lomo y su destino se cumple inalterable.
    Personalmente prefiero la cercanía temerosa de las parcas si no me privan de la curiosidad a una ataráxica existencia eterna y sin sentido en un ciclo que retorna a cumplir siempre lo mismo... y la esperanza, bueno, la esperanza es eso que no nos deja actuar esperando que las cosas cambien por sí solas.

Epifonema: Te dan esperanza quienes quieren que te quedes esperando y haciendo nada.