martes, 28 de junio de 2016

soneto conjurado

“haz un soneto que rompa el conjuro”
dijo una noche con silencio mudo
silueta partida en recuerdo oscuro
y ella llora la honestidad que aludo.

no existen garantías para el futuro
ni está la exclusiva para el “lo juro”
solo sombras en el vértice agudo
de una cama incierta a la que te anudo

tu cuerpo huye en laberinto puro
vocablos muertos conformando escudo
y tu alma erecta frente a mí es muro

que espera callada un avance crudo
infinito abismo del que no curo
y escribo un soneto como un boludo.







lunes, 27 de junio de 2016

Hoy todos hablan de fútbol

Siempre les digo a mis alumnos, cuando doy tragedia griega, que el fútbol es una tragedia; en ellas el “mejor” de los hombres comete el “peor” de los pecados y por ello es castigado por todos; y purgan, con su acción, la culpa de todos.
El “mejor” de los jugadores erra un penal y bueno…
Como en todo tema de controversia social, los análisis son sesgados y maniqueos. Sería interesante analizar bien el tema… pero no lo voy a hacer porque hoy tuve un día complicado.
Sí propongo una serie de ítems o puntos a tener en cuenta.
Están los “en contra de la selección” que a esta altura quieren echar a patadas a todos y si los encuentran en la calle los agarran a trompadas. Por otro lado están los “a favor de la selección” que son capaces de defender lo indefendible con los argumentos más patrioteros del mundo.
1) Los jugadores no son argentinos amateurs en un potrero, son profesionales que ganan millones por su trabajo y es lógico que uno espere que actúen en consecuencia con su profesionalismo. Si uno es mal operado por un médico no dice: “y pobre, pero lo hizo con ganas”
2) No hay tantas selecciones que hayan llegado tantas veces a ser subcampeones como para desmerecer serlo por un simple afán exitista de que si uno no es primero no es nada. Un nueve es una buena nota aunque existan los dieces.
3) Un juego de equipos no puede armarse de individualidades. Si pongo al mejor arquitecto junto al mejor ingeniero pero ambos tienen conceptos distintos no voy a lograr un buen edificio.
4) No se puede cargar toda la culpa o la responsabilidad sobre un jugador cuando el juego es en equipo. Yo puedo contratar al mejor jugador de la NBA pero si lo pongo a jugar con mis amigos y pretendo que entre todos ganemos el mundial de básquet, temo que nos va a ir para el culo, obvio que no llegaremos a subcampeones ni drogando al resto de los equipos.
5) No necesito ser médico para criticar e incluso hacerle un juicio a un médico por mala praxis; de igual manera no necesito haber ganado mundiales para decir que no jugaron como sus sueldos lo indican.
6) Qué no me alcance el sueldo es importante, que no gane la selección es emocional pero no importante.
Se podría decir mucho más pero estoy podrido. Si estás mal, está bien que estés mal. Si querés putear o declararles tu amor incondicional, también está bien. Se les paga mucho (muchísimo) por eso, por representar emociones.
Si quieren insultarse entre ustedes, también está bien; la pasión siempre tiene que ver con otro que se le opone. Pero hacer juicios valorativos como si estuvieran hablando de verdades… bueno, ahí se van al carajo.
Si quieren analizar la situación esperen a que la emoción haya pasado, obtengan estadísticas y rendimientos, comparen con otros equipos y jugadores, no parcialicen, no quemen ni apañen.

Es fútbol, amo el fútbol, lloro con el fútbol, puteo con el fútbol, me enamoro del fútbol… y al día siguiente me voy a mi trabajo porque sé que el fútbol es importante pero es como un libro, una ficción que me permite vivenciar batallas épicas que nunca han de realizarse y continuar mi vida mediocre.














sábado, 25 de junio de 2016

Un pensamiento estúpido de un sábado con lluvia

Me molesta, de la comunicación moderna, la obscenidad de los enunciados. No es por pacato o porque tema ser frontal cuando hablo; todo lo contrario. Creo que decir “todo” al punto de lo obsceno demuestra una desconsideración sobre la capacidad interpretativa de nuestro interlocutor.
En el discurso obscenidad y sensualidad son antónimos. La obscenidad es decir más de lo necesario, explicitar lo sobrentendido. La sensualidad sugiere los contornos pero no explicita lo que el otro, por conocimiento de mundo, debería entender.
Escucho a dos jóvenes hablando mientras miran a la pareja de uno de ello y entonces el emparejado le dice a su amigo: “Esta noche me la cojo”. Es inevitable pensar lo innecesario de un enunciado tan vulgar y obsceno en una conversación que podría haber concluido con una frase más sensual y sugerente como “Esta noche, creo, voy a tener suerte.”
Ustedes dirán que en ambas oraciones se entiende exactamente lo mismo y es por eso que no entiendo por qué usar la primera en la cual se desmerece al interlocutor, por considerarlo incapaz de entender sutilezas y se desprestigia el objeto del cual se habla.
Leo la publicidad de un evento de un pub que reza a modo de título “Todo se vale” y pienso; ¿es necesario ese grado de explicitud?¿tan lelos son los interlocutores a quienes se les destina dicha publicidad?
Una muchacha publica en su face: “Estoy gorda”… ¿Por qué?¿Teme que las apreciaciones estéticas de sus lectores no permitan apreciar el sobrepeso de su figura?¿o espera la mentira consoladora de algún amigo?
Una pareja en la cama abrazados, él le dice “te amo” y ella responde “yo no”. No hubiera sido lo mismo y muy distinto que lo abrazara y le diera un beso y no le dijera nada. El muchacho lo hubiera entendido sin problemas, creo.
Que pequeña y gran diferencia hay, cuando mientras personas que discuten sobre política una de ellas le dice a la otra: “sos un imbécil” a cuando le dice “prefiero no seguir discutiendo con vos, pensamos distinto y vos no me vas a entender.”
No sé en qué momento el lenguaje se hizo tan obsceno, tan explícito. No sé si esto se debe a una incapacidad de los enunciadores para expresarse o de los enunciatarios para comprender. Quizás, en un acto de ingenuidad, se piensa que estos enunciados le quitan opacidad al discurso; pero todos sabemos que eso es imposible; el texto es una referencia de referencia que se completa frente a un interpretante que está atravesado por códigos socioculturales determinados. O sea, incluso en la obscenidad, el enunciado no deja de ser polisémico.
Entonces, ¿a qué se debe esta pobreza?¿es una pobreza discursiva, cultural o espiritual?
Hay una espantosa frase que muchas veces ha sido dicha con buenas intenciones pero al partir de un error garrafal de conceptos siempre llega a pésimo destino: “Hay que llamar a las cosas por su nombre.”
Lamento decirles que las cosas no tienen nombre, es nuestra mirada interpretativa e interpretada la que les da nombres en un vano afán de ordenar el caos que nominamos vida. Cuando la muchacha dice estar gorda no sólo habla de su aspecto físico sino también establece juicios interpretativos basados en rectores culturales que establecen un juicio axiológico sobre ese aspecto.
La obscenidad del lenguaje lo que hace, entonces, es poner en evidencia una serie de prejuicios culturales sobre el estado de las cosas y una fe ciega en que ese prejuicio es la única verdad. No es necesario ir muchos años atrás para darnos cuenta de que la “única verdad” no es más que una variable histórica.
Entonces, ¿cuál es el riesgo de vivir en un mundo discursivamente obsceno y explícito?
Dejar de pensar, dejar de soñar y dejar de pelear por un mundo distinto.

Pero claro, estas son boludeces que uno piensa los sábados mientras en la olla se cocinan unos sorrentinos.











domingo, 19 de junio de 2016

Una buena noche (relato infantil).

Es tarde, ya deben estar dormidos. Hoy seguro voy a ver cómo es. La noche inspira miedo, el silencio hace que los ruidos se multipliquen y las sombras tomen formas siniestras; pero no me van a vencer lo que sé que son solo miedos infundados; esas imágenes que pueblan mi imaginación son sólo fantasía, una fantasmagoría infantil.
Apoyo los pies descalzos en el frío piso y no puedo evitar sentir un estremecimiento que recorre desde los pies hasta la cabeza… aunque no sé si estos temblores son por las heladas baldosas o por lo que he decidido hacer.
Abro la puerta con una delicadeza que nunca he tenido y camino de puntillas hasta la escalera. Cuando paso junto a la pieza de mis padres el andar se me torna más sigiloso, más mudo.
Bajo las escaleras eligiendo, escalón por escalón los que sé, de ante mano, que no chirrian. Llego abajo y sé que estoy a cinco pasos de saberlo.
Escucho ruidos. Escucho a alguien que va y viene por la sala principal iluminado apenas por rojas luces decorativas. Veo su sombra, igualmente roja.
Tengo miedo. No me atrevo a despertar a mis padres, temo también por ellos. Me acerco al quicio de la puerta, ya no puedo volver atrás; en este instante, lo que he decidido esa noche es irreversible y sólo tengo como alternativa desentramar la historia, desanudar mi aventura.
Estoy ahí, en la entrada y miro hacia adentro, un hombre acomoda cajas y bultos por la sala de espaldas a mí. Lo miro. Creo que percibe mi mirada sobre sus espaldas porque se detiene y comienza a darse vuelta.
Lo que mis ojos ven es quizás lo más paradigmático de mi breve existencia. Allí, junto al árbol de la sala, con un paquete envuelto en sus manos, mi padre.
Él me mira y yo lo miro, una lágrima de 8 años de mentiras se desliza sobre mi infantil mejilla.
–¿Entonces no existe?– pregunto.
–No.– me responde el mentiroso.

Y yo subo a mi cuarto a llorar el engaño. Y mi padre, estafador de infancias, se queda allí, rodeado de regalos navideños, posiblemente sonriendo.






martes, 14 de junio de 2016

trigésimo Borges

Hoy es el trigésimo aniversario de la muerte de Borges, el más grande de los escritores del siglo XX (no sólo dicho por mí). Escritor polifacético y plurisignificante. Tan grande es que incluso hubo lectores que tenían en su biblioteca “todas sus novela”… y el enunciador llegó a ser presidente… y eso no sería raro si no fuera que Borges no escribía novelas…
Pero ¿a qué viene esto? A que Borges es un punto de referencia literaria incluso para quienes no lo han leído. Cansado estoy de quienes dicen que es demasiado intelectual y que por eso no les gusta… o que es demasiado extranjero de su patria…
Si lo leyeran, Borges escribió cosas simplísimamente complejas y los mejores cuentos de arrabal porteño jamás contados.
Borges se presta a mucho sobaco ilustrado que leyó algún apunte de Foucault y que lo cita por citar, porque lo citó su apunte; se presta mucho al politólogo que recobra la furia que grandes lectores tenían sobre sus actitudes políticas y la transfiere a una obra que ni siquiera leyó.
Hablar de Borges, es entonces, hablar de uno mismo. Leer a Borges es leerse. Y en este trigésimo aniversario pienso leerme a través de Borges.
Aquí mi lectura de él o del Otro.
Borges sigue un camino en crescendo impecable (contradigo a Pigna en esto y Pigna sabe mucho más que yo en esto). Su obra cambia de género a medida que madura.
Su poesía, con algunos momentos de genialidad, nunca supo desprenderse del fantasma de Lugones; su ultraísmo no fue más que una réplica que encontró momentos monumentales.
Luego fueron sus cuentos, del arrabal al fantástico evoluciona de manera genial. Considerando los géneros populares como el policial y el tango. Con los cuentos logra cosas nunca jamás logradas y explica con los mismos toda su escritura. Las claves para leer a Borges me la han dado sus propios cuentos, leer “Kafka y sus precursores”, “ruinas circulares”, “la biblioteca de Babel”, “el lenguaje analítico de John Wilkins” y “Pierre Menard autor del Quijote” es darse cuenta de su proyecto… agotados los temas de la literatura la literatura es su tema.
Y claro, luego llegarán sus ensayos como una evolución lógica. La literatura de Borges siempre referencio a otro, el escritor considerado más soberbio resulta ser el más humilde. Su anclaje son los libros porque sabe que ya se escribió todo pero no se escribió sobre ese Aleph que es la literatura.
Conocí los mejores cuentos de literatura fantástica de su mano, releí clásicos de su mano, me encontré con mitos nórdicos de su mano y me repensé en sus manos.
Y sí, jamás me hubiera tomado una cerveza con ese viejo gorila… pero es tan grande y tengo tanto que agradecerle que no puedo más que decirle “Gracias, gracias por tanta literatura; gracias por tanta genialidad”.

Y María Kodama… bueno, daños colaterales digamos…










domingo, 12 de junio de 2016

pasa...

La veo.

Pasa… llega
Noche cerrada su cielo
de geografía húmeda
y anatomía de hielo.

Pasa… un momento
Quedan sus pasos de enfados
de edades soleadas de tiempo
asesinando el silencio.

Pasa… parte
Partiéndome el recuerdo
esperando no sea y no siendo
pausando el movimiento.

Pasa…

Y ya no la veo.


No soy Orfeo
capaz de ir al infierno.
Me quedo sentado
agradeciendo un pasar.

Nada más que eso.







sábado, 11 de junio de 2016

Enseñar desde una mentira (escenas escolares)

Entro a la clase. El curso me espera en ronda, ya lo saben, es parte del ritual de la hora de lectura. Mis clases están llenas de rituales. En las clases pasan siempre cosas imprevisibles y los rituales le dan un marco de tranquilidad, de regularidad. Una seguridad que sirve tanto a ellos como a mí.
–Hoy comenzamos el libro. ¿Cómo se llama el libro que vamos a leer?
“Boquitas pintadas”, responde un grupo que ya tiene el libro. Algunos tienen el texto comprado, otros las fotocopias, parte del grupo lo tiene en la net, algunos pocos castigan sus ojos leyendo en el celular, una alumna tiene una tablet… no hay portador prohibido en la clase. Mi interés es que puedan seguir el texto porque si bien leer en voz alta es un ejercicio común en las horas de lectura, estoy convencido de que lo que ha sido escrito para ser leído debe ser leído (carece de las ayudas que la oralidad nos brinda).
–¿De qué puede tratar un libro que se llame así?¿Cómo podemos predecir lo que vamos a leer?
Los alumnos focalizan bien los paratextos: la reseña de la contratapa, algunos tienen solapa, los que lo tienen en formato digital recorren los títulos y ven el formato de los textos. Varios perciben que la escritura no es la habitual.
–Hay cartas y noticias– dice uno.
–Tiene errores de ortografía–, dice otra.
Yo me siento orgulloso de que los reconozcan tan fácilmente. Algunos (muchos) de mis alumnos provienen de familias con poco o ningún hábito de lectura (en muchas casas no hay ni un solo libro… ni una revista) y estrategias que los lectores consideramos normales ellos debieron aprenderlas trabajosamente. Creo que uno como docente debe preguntarse constantemente qué puede y qué debe enseñar con cada grupo de alumnos si quiere que su práctica sea significativa.
Hacen varias hipotetizaciones; comento algo breve sobre el concepto de polifonía haciendo un paralelismo con el canto; ejemplifico, creo, no recuerdo, con Los Nocheros u otro grupo, de cómo los intérpretes cantan en distinto tono, distintas partes pero que suena como una sola canción, como un todo.
Les aclaro que vamos a necesitar ponerle atención a esta novela, porque no hay un narrador sino un montón de textos y voces y que es responsabilidad nuestra armar la historia.
–Como los chismes–, dice Raúl.
–Sí, exactamente Raúl; como los chismes.
Leemos algunos fragmentos en voz alta. Otras partes la leen en voz baja solos o de a pares. Discutimos sobre algunos elementos comunes entre General Villegas y la pequeña ciudad en la que vivimos, las diferencias de clases marcadas en los dos clubes, los prejuicios machistas, las habladurías. Creo que la literatura habla de otros pero nos interpela a nosotros. No es gratuito que haya elegido ese libro para ese curso en esa ciudad.
Pero la hora termina. Sólo dura 40 minutos y el timbre nos interrumpe mientras discutíamos sobre lo que se le permite a la mujer y lo que se le permite al hombre en comunidades como estas.
Muchos salen mientras estoy guardando las cosas en el portafolio. Raúl se acerca y me dice:
–Me gustan las horas de lectura, porque no hacemos nada.
A Raúl no le gusta la escuela ni trabajar en clase pero en las horas de lectura es el que más participa. Estoy a punto de decirle eso, que son las horas en que más cosas hace y posiblemente más cosas aprende; pero prefiero callarme esa ventaja, temo que si se da cuenta deje de hacerlo.
Muchas veces es más fácil enseñar cuando el que aprende no se da cuenta de que está aprendiendo.
Yo sonrío, lo miro y le digo con tono de falso fastidio: «Raúl, vos siempre el mismo vago». Se ríe y se va al recreo.
Creo que también se dio cuenta. Creo que los dos nos estamos cubriendo, sosteniendo la mentira de que no aprendemos para seguir aprendiendo.

domingo, 5 de junio de 2016

Batallas inútiles


Y de pronto estás ahí;

sin saber por dónde salir.
El estoico te tienta a callar,
a dejar pasar, a no luchar,
a salir inmune de la contienda.
Pero el escollo persiste,
y no va a desaparecer.

No lo puedo aceptar.
Creo que hay luchas de debés enfrentar
aunque sepas que vas a perder
esas batallas te dicen quién sos…
esas peleas te dicen que sos…
esas disputas te dicen qué sos…
Y que el barro puede ser piedra.

Todos saben
que son batallas que no sirven para nada;
pero ayudan a estar ahí,
sabiéndote yo, sin nada;
con todo, sabiéndote yo.

¡Y no es poco!

viernes, 3 de junio de 2016

La escritura del yo (ser docente)

Salí de la secundaria como salen todos, pensando que no sabía nada; mucho tiempo después me daría cuenta que era mentira. Mi etapa universitaria fue un «déjà vu», un eterno retorno. Definí mi profesión en seguida, pero me equivoqué y entonces los hice de nuevo y de nuevo y de nuevo y me cansé de definir y comencé a ser.
El amor me llegó temprano y se fue rápido, como tormenta de verano y mi hijo me dio otro sino. El teatro era mi esencia y mi existencia pero no mi subsistencia. Sin profesión burguesa, con un arte y sin dinero transité los trabajos y los días: performances publicitarias, mimo, mozo, pintor de casas, remisero, peón de albañil, artesano, empleado de diversos negocios, promotor de libros, docente particular entre los oficios que me atrevo a mencionar. Eran tiempos de hacer, eran los ochentas y la política y las ideas y leer a Nietzche y a Foucault y a Freud y a Barthes y a Lacan era casi como una obligación.
En Córdoba, el amor me llegó de nuevo y también se fue. Lo expresivo me marcaba y escribí un libro sin plantar un árbol ni vendérselo a nadie, regalándolo a quien lo quisiere; tuve un programa de radio con amigos durante un año que pocos escucharon; escribí dos columnas semanales en un periódico independiente durante dos años que algunos leyeron; monté varios espectáculos teatrales que muchos vieron y a muchos gustaron.
Pero mis orígenes burgueses me tiraban y cansado de subsistir a duras penas opté por una profesión que me pudiera dar tiempo y dinero para pagar mis deudas; carecía de cualquier idea de vocación cuando decidí estudiar el profesorado sólo me guiaba el más mísero pragmatismo económico. Y qué se podía esperar, eran los noventas y los impulsos ideológicos de la década anterior habían sido abofeteados por políticas y lógicas muy pobres de sentido.
En San Francisco, fui un estudiante grande, con una cultura bibliófila general perfectible pero no despreciable y transité las aulas con la comodidad de quien lo hace de taquito. Comencé a trabajar antes de realizar mis prácticas y entonces me di cuenta de que sin darme cuenta había por fin encontrado lo que siempre había buscado; un hacer que completara mi existir, que me definiera. Supe que era profesor y que no podría dejar de serlo nunca más.
El amor llegó de nuevo y aun sabiendo que se iba a ir duró más que antes y dejome dos hermosas niñas que completan el mágico y cabalístico número de tres herederos y herencias y sentidos.
En las aulas comprendí que lo más valioso de esta profesión no era lo que había estudiado sino esas personas con quienes lo compartía y que el sistema, en un capricho lingüístico, denominaba alumnos.
En Morteros y en Brinkmann, entendí lo que era trabajar con colegas que compartían el camino y que todo era tan imposible como posible. Que siempre había en el sistema clivajes que podían ser signados por opciones que supuestamente no teníamos.
En San Francisco de nuevo, se mordió la cola Uróboros y fui docente donde fui alumno. Fue época de proyectos y comprender por fin qué era esto del sistema educativo, cómo trabajar desde adentro. El principio del milenio fueron tiempos de cambios importantes en política educativa y yo me sentía parte de eso.
En Sastre y San Jorge acompañé a alguien a encontrarse y me encontré con otras realidades, otras formas de trabajo, otra realidad escolar. De pronto comencé a sentir que lo que hacía se podía volver más significativo pero necesitaba de otros aprendizajes y otro tipo de esfuerzo. Formar futuros docentes se hizo un compromiso y gestionar una nueva dificultad. Pararse en otro lado para mirar el mismo objeto nos permite darnos cuenta que no es el mismo objeto. A mediados de la década del diez los tiempos cambiaban como decía Marx, convirtiendo la tragedia en parodia y era momento de sostener los logros.

Y acá estoy, cada día más seguro de haber elegido una profesión que me completa.