miércoles, 25 de octubre de 2017

Crónicas de Matulandia: Del operacional concreto al pensamiento formal en un viaje.

Todos saben que me gusta mucho jugar con mis hijos, pero que mi puto pensamiento sigue siendo analítico… entonces vamos al caso.
Siempre me llamó la atención que Matu oiga muchas canciones plagadas de metáforas e intertextualidades y constantemente me pregunté qué entiende de eso.

Experiencia 01
Sujeto de experimentación (A) va en el asiento trasero del auto sujeta a su silla con los correspondientes cinturones de seguridad. Sujeto experimentador (B) va en el asiento delantero conduciendo sujeta a la silla y al mundo por un manojo de símbolos llamado lenguaje. Ambos escuchan el mismo tema musical:
«Llena las valijas de juegos y canciones», dice el tema.
El sujeto B pregunta al sujeto A:
«¿Cómo hace a meter las canciones en la valija?»
Sujeto A responde:
«Son los videos Papi, pone los videos,»
Sujeto B supone: Pensamiento concreto.

Siempre me llamó la atención de que Matu dibuje lo que dibuja y constantemente me pregunté qué entiende de eso.
Experiencia 02
Mismo día, ambos juegan a guerra de dibujos. Una amiga propone telefónicamente una hermosa consigna: «Yo nunca vi» y sujeto B se la comunica al sujeto A dando varios ejemplos adecuados a un pensamiento concreto.
Entonces el sujeto B establece contacto visual con el sujeto A y hace su versión de la consigna:
«Una vaca sin leche, un vaso con agua invisible, un pez que no sabe nadar…»
Me quedo pensando en lo complejo de las imágenes que esta niña de cinco años me propone, lo imposible de la realización… y bueno, ahora ambos debemos dibujar.
Uno luego de esas cosas piensa cuán equivocadas pueden estar categorías teóricas tan sólidas que se emplean sólo para visibilizar prisiones en un ser, cuando en realidad un mismo sujeto puede estar en distintos estadios de acuerdo con diferentes pensamientos.


Podría teorizar sobre eso y buscar alegatos a favor y en contra pero no tengo ganas… prefiero quedarme dibujando con mi hija «cosas que nunca vi…»






lunes, 23 de octubre de 2017

Crónicas de Matulandia: texturas

Con Matilda leemos por la noche «Matilda» (con hermosas ilustraciones de Quentin Blake), es como un ejercicio ritual y casi una tautología. El libro fue un regalo, uno de los más lindos regalos, que me hiciera una amiga.
Nos acostamos para dormir y antes de cerrar los ojos, abrimos la imaginación un rato al maravilloso mundo de Roald Dahl.
A medida de que los capítulos han ido repitiéndose la lectura se hace cada vez más interrumpida por comentarios y distracciones tanto mías como de ella (la Matilda de carne y hueso, la Matilda de papel sigue diciendo lo mismo aunque lo mismo no sea siempre lo mismo).
Estábamos leyendo el capítulo «el segundo milagro» y mientras leo Matu me saca el libro, lo mira, lo toca, me lo vuelve a dar en episodios regulares. Finalmente me pregunta:
¿Cómo hicieron este libro?
Lo escribieron… contesto y sigo mi lectura.
No, no… me interrumpe. Me saca el libro y lo toca. Mirá los dibujos, se ven. pasa la mano sobre el dibujo. y yo no siento nada. ¿Cómo hicieron?
Tardo en entender aunque finalmente comprendo. A ella le gusta mucho dibujar, en casa tiene lapiceras, fibras, acrílicos, crayones, etc. y todos ellos, incluso las acuarelas, dejan sobre el papel una textura, algunas veces notoria y otras casi imperceptible. Me está preguntando por qué estos dibujos no la tienen.
Entonces, recién en ese momento y como un flashback cinematográfico recuerdo todas las veces que la he visto acariciar sus dibujos antes de guardarlo.
Es que no son los dibujos originales Matu, son una copia de los dibujos.
Con Matu nos entendemos, cuando ella me pide que le «haga» un dibujo para que pueda pintar debo hacerlo a pulso y cuando me pide que «copie» un dibujo para pintar, lo sacamos de internet y lo imprimimos.
Ah, entonces este no es el libro de verdad, es una copia.
Sí, es nuestra copia.
¿Y dónde está el de verdad?
En tu cabeza Matu, en lo que vos imaginas.
Eso tampoco se puede tocar.
Opto por seguir leyendo y mientras leo pienso que yo jamás a su edad se me hubiera ocurrido pensar en las texturas de los dibujos… pienso, en realidad que de grande, excepto frente a un oleo, jamás me puse a ver la textura de los dibujos y mucho menos lo pensé como un dato semántico relevante.
Terminamos la lectura.
Bueno, ahora a dormir.
Vos dormí y yo te hago mimos.
No, vos también dormí que si no mañana no puedo despertarte para llevarte con tu madre.

Al rato reconozco su respiración dormida. Yo aún no puedo dormir, me quedé pensando en boludeces, en texturas… en una Matilda que es una copia más del mercado y en mi Matilda con un carácter y unas preguntas llenas de texturas.

Inútil pensamiento de lunes


El “Mito del eterno retorno” es una idea filosófica que planteaban los griegos y que quizás fueran los estoicos los primeros en escribir sobre ella. La idea es de una historia cíclica (no lineal como planteará luego el cristianismo). Los acontecimientos se desarrollan de modo causal desde un principio hasta un fin; por medio de la conflagración, todo arde en fuego para destruirse, para reiniciarse. A diferencia del pensamiento cíclico de Spengler, por ejemplo, en el cual cada ciclo ofrecía una serie de variantes respecto al ciclo anterior o de Hegel que con el concepto de Aufhebung y su triple significado (anular, conservar, superar) planteaba un autoconocimiento del Ser (palabrita alemana en la cual Marx creía ciegamente y es por ello su absoluta seguridad de que la misma sociedad iba a llegar inevitablemente a un cambio en el orden de las cosas); el “mito del eterno” retorno concibe la reiteración de lo mismo.
Nietzsche suma a esta idea la concepción de que no sólo son los acontecimientos los que se repiten, sino también las ideas.
Si uno lo piensa desde el arte, es muy plausible pensar que “cien años de soledad” de Márquez o “ruinas circulares” de Borges estén expresando el mismo concepto.
O sea, la humanidad amontona sus actos y pensamientos en una secuencia causal y se encamina por sí sola a la propia autodestrucción, al “fuego”, que es el final y el inicio otra vez de lo mismo.

Creo que queda más que claro que estoy hablando de una idea filosófica y no de las elecciones de ayer… creo