martes, 28 de noviembre de 2017

Cursilería de lunes trasnochado

Cuando la primera vez que te acostás con alguien podés seguir la conversación (ese es un detalle importante, que hayas podido tener una) mientras el otro está haciendo sus necesidades en el baño… y mirarse a los ojos y seguir hablando.
Es como Bécquer llevado a la realidad.



lunes, 27 de noviembre de 2017

Crónicas de Matulandia: Una extraña despedida

Había sido un extraño día, un particular domingo, de esos que lo tienen todo. Despertar como siempre con el agudo chillido de Darwin reclamando por comida, una charla de horas con gente que te llena la vida, preparamos con Matu una comida juntos, partimos un rato hacia un mundo de colores y de ternura, volvimos y limpiamos la casa mientras oíamos Fander (Matu y yo, ella siempre colabora), recibí algunos mensajes de alguien que hace casi tres años todavía cree que me debe algunos insultos y amenazas, otros mensajes de alguien que conozco hace varias vidas equilibraban mi partida emocional, cuando de pronto un sonido me llama la atención.
Todos sabemos que la ausencia de un sonido puede ser el sonido más estridente del mundo. Trato de localizar mentalmente esa ausencia. «No hay chillido», pienso y doy vuelta mi cuerpo para mirar su jaula.

Darwin, que no es un cobayo ni una mascota sino un compañero de días, está callado como nunca y recostado sobre uno de sus lados como nunca. En un intento natural de revivirlo no voy hacia él, voy a la heladera y abro la puerta esperando su habitual reacción (con una duende amiga lo habíamos rebautizado Pavlov, porque cada vez que se abría la heladera comenzaban sus chillidos sin importar si tuviera o no comida en su jaula)… el silencio, el maldito silencio prosigue y sentencia.
Con parsimonia y lentitud saco unas hojas de lechuga del cajón del fondo y cierro. Me dirijo a la jaula y abro la puerta esperando que se abalance sobre ella… la quietud, la ausencia de sonido, unos espasmos manifiestos en sus piernas me preocupan.
Le acerco la lechuga a su cara. No reacciona. Matu como intuyendo y casi sin mirar abandona sus dibujitos y me dice mientras viene:
¿Qué le pasa a Darwin?
Confieso:
No tengo idea, Matu.
Ambos nos sentamos en el piso en torno a su jaula. Traigo dos hojas blancas y las apoyo sobre el piso. Darwin respira suave y lento y hay un leve pulso en su contraer y estirar sus piernas en tiempos regulares.
Lo saco de la jaula y lo apoyo sobre la hoja blanca, blanquísima. Él debería salir corriendo y recorrer como siempre toda la casa, pero no lo hace, se queda en su ausencia de sonidos y desplazamientos.
Retiro el aserrín y demás suciedades que pudiera tener y comienzo a observar si tiene algún golpe, si su estómago gruñe, si respira con dificultad. Matu mira todo y cada tanto apoya su mano entera (no acaricia, sólo la apoya) sobre el animal mientras dice:
Pobre Darwin.
Traigo agua y se la acerco a la boca. Comienzo a pensar lo que comió, lo que hizo cuando paseó. No entiendo, sólo tiene tres meses. Reviso su jaula y sólo encuentro una anomalía, un escarabajo verde y largo que debió de haber venido con el aserrín de la carpintería.
Mato el insecto por las dudas.
Se va a morir. dice Matu y yo no me doy cuenta si lo afirma como sabiendo o lo pregunta.
Creo que sí. le digo o le contesto.
El final es inevitable y evidente, creo. Alguien me envía un mensaje y respondo: «Esperame un rato, nos estamos despidiendo. Después te hablo.» y dejo el teléfono a un lado.
Como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, Matu y yo llevamos nuestras cuatro palmas de las manos sobre esa agonía y las mantenemos suspendidas sobre él casi sin tocarlo. Estamos tristes. No puedo contener una que otra lágrima.
No pasaron dos minutos cuando siento que mi hija aleja sus manos de las mías y las apoya completas sobre Darwin.
Se fue. me dice y tiene razón, ya no está ahí.
Envolvemos lo que quedó de él en las dos hojas de papel, suavemente, en silencio, con lentitud. Yo lo dejo en el piso pero Matu me corrige.
Lo ponemos acá. y lo sube sobre el techo de la jaula bajo la ventana abierta.
¿En qué animal se convertirá? le pregunto recordando una vieja conversación que he tenido con ella.
No papi, él no vuelve más. me dice categórica pero sonriente.
Voy a hacerle un dibujo para que se lleve. me dice y va a buscar un balde con crayones, lapiceras y fibras.
Vuelve y dibuja alegremente sobre el cuerpo muerto y sobre el papel blanco, blanquísimo, con la dificultad que implica no tener una superficie lisa, una nena anaranjada y amarilla y un animalito lila.
—¿De qué color pintaste a Darwin?, pregunto
Lila, Darwin es lila, no lo puedo pintar de otro color., mientras ella dice eso yo recuerdo algunas cosas alguna vez aprendidas y otra vez olvidadas y esta vez recordadas.
Matu deja su dibujo y comienza a cantar y hacer otros dibujos.

Yo pensaba que la iba a tener que consolar pero en realidad ella me da consuelo.
Detiene todo, se da vuelta, me mira curiosa y pregunta:
¿Les puedo contar a mis amigas que Darwin se murió?
Sí, por supuesto. respondo y me quedo intrigado.
¿Por qué preguntaste, Matu?
Quería saber si podía hablar de eso.
Claro.
—¡Pobre Darwin! dice y continúa dibujando y cantando.
Claro que puede hablar de eso, no es tabú para ella la muerte, no es tabú aún y espero que no lo sea nunca. Es sólo eso, una muerte.

Fue una extraña y sana despedida. ¡Pobre Darwin!



jueves, 23 de noviembre de 2017

Sueño de jueves

Añejo ritual de miércoles
tan joven y tan viejo
encuentro de dos cuerpos
en un limbo del tiempo
pequeña duende nocturna
dilatadora de sueños
sonrisa blanca infinita
a corazón siempre abierto
mezclando melómanos pupos
cambiando el eje los centros
tranquilidad absoluta
salida de sutiles infiernos.

Reímos
los dos
una pausa
un beso
un adiós.

Y comenzar los jueves
sin haber dormido un poco
y saberte siempre ahí
en un espacio muy loco
entre el afuera el adentro
como ese código de oso
que te emboscó sin permiso
y te quedaste en despojos
ya con los brazos caídos
con una luz en los ojos
y yo me quedo despierto
y piel a piel me deshojo.

Una mirada
se cruza
unas palabras
se callan
complicidad

La intensidad nos elije
y anaranjado el durazno
y esa duende que brilla
y sobre el piso cual cuadro
un desorden insolente
parte a parte armamos
un todo que no es la suma
una figura sin marco
y el fondo que se entromete
y nos importa un carajo
el día nos amanece
despertando a tu lado.

El brillo
la gente
el día
la suerte
Nosotros.

Y un miércoles

Y un jueves

Y dos cuerpos dormidos

Y un mundo que gira

Y el cotidiano se quiebra

Y un cruzar de miradas

Y un ciclo que retorna
siempre al mismo sitio…

Un ritual
Un encuentro




lunes, 20 de noviembre de 2017

Memoria kinestésica

El cuerpo tiene memoria,
memorias de actos de placer
memorias de actos de dolor
de ahí la  vaca y el llanto
de ahí la paja en el ojo ajeno
y el orgasmo en el propio.
Mi cuerpo es un nostálgico
que algunas veces se la pasa recordando
tonterías de antaño
y no de tantos años
una mirada, un gesto, un contacto,
un olvido, un silencio;
la invasión sinestésica del mundo
una pausa en el hoy…


A los recuerdos hay que saludarlos
con los mismos protocolos de los vivos
para que sigan su curso

y evitar que se queden a vivir con nosotros.





domingo, 19 de noviembre de 2017

El duende y el durazno

Cuerpo de tierra celeste
que brotas aguas cual manantial
y dos fuegos como manos sanadoras
niña de los cinco elementos
aire que me habita en cada encuentro
rituales de oso melero
que te quiebran desde adentro
puertas que se abren
al cielo o al infierno
piezas de un ajedrez
que se pierden en un beso
abro una puerta y entras
en tu pausa gris cielo
geométrica figura
caminando no caminos
«¿sabes que has perdido?»
te pregunto
«»
me respondes y me callas en tus labios
te tiras duende al piso
y comes suavemente el durazno
que en este valle te pertenece

tu cuerpo zarpa a las orillas de otros tiempos
saludo al sol y revivo los vértices difusos de tu piel
y recuerdo cada una de los confabulados climas
barro tal vez que se moja con la lluvia
pies descalzos sobre el verde húmedo
y una estantería llena de libros que tratas de acomodar
y ya no puedes
«maldito anarquista» piensas mientras sonríes
al cobijo añejo de unos viejos

escribo en silencio
recuperando sueños
ofrendados a tu cuerpo
tierra celeste que brotas aguas cual manantial
manos de fuego que queman desde dentro
tu aire que me habita
niña de los cinco elementos
duende de este valle

dueña del tiempo.




lunes, 13 de noviembre de 2017

Crónicas de Matulandia: Un ritual

Un ritual pagano que practico es el de hacer asado los domingos. Es realmente un tiempo mítico el que se genera y muchas veces, para no decir la mayoría, no tiene que ver con el alimento puesto sobre las brasas.
El ritual es un tiempo pasado, instituido alguna vez por un grupo social, que se repite y hace presente en cada celebración y adquiere carácter universal proyectándose hacia el futuro de la grey. Pero no es acá momento de citar teorías ni a Mircea Eliades, es sólo una crónica más de Matulandia.

Nunca supe si el origen del asado de los domingos los había instaurado en mi familia mi padre o sus actos repetían los que él había visto hacer al suyo; mi familia tiene muchos rituales alimenticios o que tienen que ver con la bebida, muchos de los cuales no somos realmente consciente.
Yo he practicado, desde hace bastante, el ritual de asado de domingo. Este rito algunas veces se transfigura y cobra valores de trascendencia sin darse/me cuenta. Lo que voy a contar pasó hace rato, pero lo seguimos repitiendo desde entonces.
¿Vamos a hacer el asado Matu? le pregunto a mi única compañía de ese domingo.
Sí, yo te ayudo. ella siempre se ofrece a ser esa ayuda molesta. Pero en este caso lo agradezco porque es como compartir el momento con mi hija y a la vez volver a vivir el momento compartido con mi padre.
Dale Matu. Vamos a prender el fuego.
Tiro el carbón en la parrilla y coloco el papel de la bolsa debajo de la misma. La enciendo y nos vamos abandonando el proceso al absoluto descuido, convencidos de que el dios del fuego hará su cometido.
Adentro de la casa, adoramos los fragmentos de animal y de verduras que serán ofrecidas en sacrificio. Matu condimenta la comida mientras yo le cuento, andá a saber qué historia robada de qué lado sobre los dioses y el fuego (hoy me gustaría recordarla aunque debe tener algún sentido que la haya olvidado). Imagino, por lo que pasaría después, que debimos haber estado hablando de “El castillo vagabundo” pero no estoy tan seguro para reafirmarlo.
Cuando volvemos al foco de fuego, nos damos cuenta de que apenas son unas míseras brasitas.
“El carbón debió de haber estado húmedo”, pienso para mí.
El fuego no está contento. me dice Matu. Y en sorpresiva carrera desaparece de la escena. Yo estoy por ir a buscar papel cuando ella llega con dos dibujos que hizo esta/esa tarde.
Tomá, regaláselos. Para que se ponga contento. me entrega los dibujos en la mano.
Yo los miro, miro el fuego, los abollo con la imagen hacia afuera y pongo uno en el mismo lugar que antes hubiéramos puesto la bolsa.
Si le gusta tu dibujo. le digo, no sé por qué se lo va a comer en llamaradas.y no lo enciendo, simplemente lo dejo ahí y nos quedamos, Matu y yo, mirando expectantes la aprobación o rechazo de su obra.
El papel se va ennegreciendo, se torna naranja y estalla en llamaradas. Matu sonríe y dice:
Le gustó. Poné el otro.
Lo hago y nuevamente brotan los fuegos como si salieran de adentro del dibujo.
El fuego se enciende y convierte el carbón en brasa a una velocidad inusitada.
Ambos miramos maravillados un momento que es simultáneamente mágico y cotidiano. Hablamos, porque en esos momentos el silencio es muy pesado.

Papá, eso que cae abajo. ¿Son las semillas del fuego?
Sí, las que usamos para cocinar.
Los pájaros del fuego, ¿no sirven para nada?
¿Qué pájaros, mi amor?
Esos chiquitos, que se escapan volando...
Para verlos volar, para eso sirven.
Y los dos nos quedamos un rato mirando los pájaros de fuego escapar de nuestros actos... y estoy al lado de ella como en algún momento estuve al lado de mi padre y mañana ella estará al lado de otro alguien y los pasados, presentes y futuros se funden en un abrazo cósmico.

Desde ese día, cada vez que hacemos un asado, Matu le regala al fuego dos de sus dibujos como ofrenda. Y les puedo asegurar, aunque algunos no me crean, que no es lo mismo cómo arde ese fuego cuando estoy solo o cuando hago ese ritual del asado estando ella.








domingo, 12 de noviembre de 2017

quiero vale cuatro

quiero comerme tu alma de a poco
transitar tus días paso por paso
explorar todo tu yo a lengüetazo
y jugar a un anarquismo loco.

quiero sanar mi alma en tu regazo
sentir que tus manos me hacen foco
romper las paredes con las que choco
y curar mis siete golpes en tu abrazo.

quiero incomodarte al infinito
que cuando seas suya tú me pienses
y resuene en tu cuerpo nuestro rito.

quiero sentirme un Uno dividido
ni ayer ni mañana, solo presentes

hasta el día en que entre en tu olvido.





sábado, 11 de noviembre de 2017

Diáligo entre Bella y Bestia: La Simpleza

Ambos están sentados, uno frente a otro en un mismo distinto lugar, fundidos en un abrazo. El tiempo se dilata. Las lecturas mutuas rebotan en el alma (si existe algo que se llama alma), la música se confabula.
Toman distancia y se miran. Él se relaja, se tira para atrás y levanta su cigarrillo. Ella mira con coloreada curiosidad.
Se lleva el cigarrillo a la boca y ella acerca su mano. Mira desconcertado. Le quita el cigarrillo de la boca y lo da vueltas. Él comprende que lo iba a encender al revés y sonríe. Ella sonríe y se lo vuelve a poner en la boca, esta vez del lado correcto.
Esta es una escena. dice ella.

Sin dudas. dice él.


jueves, 9 de noviembre de 2017

Un ritual

El despertar de dos alarmas de teléfono
que se han puesto de acuerdo
El dibujo de tus dedos
en mi cuerpo
La anarquía de la cama
El socialismo de las piernas
Lo sagrado de un pequeño y di-minuto beso

Y palabras y silencios
con el mismo peso
Sin ayeres ni mañanas
desatados de la vida
apegados al desapego
como ley de la única existencia

El ritual que sacraliza
nuestro encuentro
Un último fundirse
en un entrelazar de cuerpos
ya vestidos

Tu mirada se prolonga en despedida
sonreímos
Un libro abandonado como excusa
de un futuro furtivo rito

Tu partes
yo me parto
parte de mí se va contigo
a campear la mañana y la rutina
parte de mí se queda conmigo
y tomamos mates

y sonrío.