lunes, 22 de enero de 2018

Crónicas de Matulndia: Relaciones de causa-consecuencia




Caminamos hacia la plaza; Matu, Cata y yo. Son las 19:30 de una tarde de verano cualquiera. Mientras vamos hacia el lugar, Matu va cantando y dando vuelta entorno a nosotros.
Una enorme palanca de metal en un poste de luz sobresale al relieve del urbano paisaje a una altura aproximada de metro veinte, un poco más arriba del campo visual de Matilda  pero por debajo de su altura física. Lo que va a suceder es absolutamente predecible para cualquier lector atento cómodamente sentado, no lo fue para nosotros que estábamos descuidadamente hablando de bueyes que se pierden y verduras que son cualquieras.
Evento 01.
Matu camina a relativa velocidad por sobre lo normal, lo cual le permite dar dos vueltas en torno a nosotros y seguir a nuestro lado. Mientras se desplaza hacia adelante, gira varias veces su cabeza hacia atrás para contarnos algo. Cada vez que pasa al lado de una columna o árbol se toma con una mano del mismo para propulsar su cuerpo hacia adelante a mayor velocidad.
Toma con su mano izquierda el poste de la luz, está mirando el  piso, viene cantando alegremente; la velocidad del andar y la fuerza de su brazo disparan su cuerpo hacia adelante y de repente: «Clanck», un sonido seco y opaco detiene la canción y el desplazamiento. El cuerpo propulsado hacia delante de Matu es detenido a la altura de la frente pero la inercia de toda la acción no puede ser detenida completamente… La frente queda ahí, adherida a la palanca de hierro, quieta y suspendida en el tiempo y el espacio; mientras el resto de su cuerpo continúa hacia adelante.
Como suele suceder, si alguien sujeta un cuerpo de un punto fijo y acciona sobre este una fuerza regular y continua hacia adelante, en lugar de un desplazamiento en esa dirección, se obtiene una rotación. La cabeza de Matilda queda fija y sus pies libres continúan hacia adelante y comienzan a trepar hacia arriba en el aire hasta que la traidora fuerza de gravedad ejerce una fuerza hacia abajo logrando que la espalda de la niña se encuentre con el piso.
Matu queda sentada en el piso desconcertada.
—Me caí.— dice. —No pasó nada.
Cata y yo la miramos con la dual emoción de sentirnos preocupados porque el golpe que nos pareció violento y de sentirnos tentados a reír porque la escena era muy graciosa.
Matu tardó en comprender por qué estaba en el piso. Necesitó ver la palanca, asociarlo con lo que nosotros le decíamos y preguntábamos sobre su estar y posible dolor. Fue ahí, no antes, cuando comenzó a dolerle la cabeza.
De esa situación, que parece una escena de slapstick, pueden deducirse múltiples vínculos causa-consecuencia, algunos de los cuales son lógicos y otros no tanto.
El conocimiento de las relaciones de causa-consecuencia en el mundo nos permite anticiparnos a hechos. Por ejemplo, yo sé en este momento que si no aplico frío sobre la zona golpeada mañana surgirá un chichón de un tono más azul y de dimensiones mayores que si lo aplico; damos por descartado que el surgimiento del chichón al día siguiente es inevitable como consecuencia del fuerte golpe que acciona como causa del ineludible chichón.
Otras relaciones son más difíciles de explicar aunque adquieren un valor simbólico precioso: ¿Por qué el dolor aparece luego de que se accede al conocimiento de la situación? A Matu no le duele hasta no darse cuenta que no se cayó, sino que se ha golpeado. ¿Qué extraño vínculo uno puede establecer entre el saber y el dolor? Sólo tengo preguntas respecto a esto. Preguntas que han tratado de responder tanto los libros de autoayuda como los textos políticos y si bien las respuestas de unos y otros aún no me satisfacen, creo encontrar más factibles las de los segundos libros.
Otras relaciones causales-consecutivas actúan en el futuro; por ejemplo, yo desde ese momento estoy observando las acciones de Matilda ya que si surge somnolencia, mareos o comienza a hablar al pedo sé que el golpe pudo haber sido grave y deberé llevarla urgente al hospital; en cambio si continúa su actuar normal (léase normal como lo que este sujeto particular mantiene como comportamiento habitual, el comportamiento de Matu no suele ser normal dentro de los parámetros sociales de normalidad). La lectura de los síntomas para establecer el estado del sujeto también es una lectura causalconsecutiva y genera una cadena de causas y consecuencias (golpe-observación-síntoma-acción) en la cual la consecuencia de la anterior se convierte en la causa de la siguiente. Como se puede apreciar, las relaciones de causa-consecuencia se encuentran inevitable y estrechamente vinculadas a relaciones de continuidad o discontinuidad temporal.
*     *     *
Continuamos nuestro viaje hacia la plaza. Ella se queja del dolor de cabeza. Todos estamos atentos pero no dejamos de reír.
En la plaza va a la calesita, a la hamaca, al tobogán y finalmente a un extraño juego que combina trepador con un caño central para descender por él, cual bombero de película.
Inmediatamente luego de la calesita Matu me dice:
—Ya no me duele más.— y sigue jugando.
La relación entre entretenimiento y ausencia de dolor es tan inexplicable como la que se establece entre saber y dolor. Se establece un entrecruzamiento antinómico entre conocimiento-dolor indiferencia (no conocimiento)-no dolor; Los pares son antonímias que se cruzan y permiten deducir de ellas muchas cosas pero para decir sólo lo evidente: mientras estamos en conocimiento, nos duele y cuando logramos olvidar o desconocer, ya no nos duele (que esto sea bueno o malo dependerá de la forma de pensar de cada uno… yo prefiero el dolor). Podríamos derivar de esto millones de ideas políticas e ideológicas; pero no es mi interés en este momento, sólo se lo dejo para que lo piensen quienes entiendan lo que acabo de decir.

Evento 02
Matu trepa hasta arriba del trepador antes descripto y se lanza por el caño. Es la primera vez que lo hace y me llama mucho la atención que lo haga con la edad que tiene. Así que, como cualquier padre baboso, me aproximo con el celular para filmarla. Ella me ve y al apreciar el reconocimiento se hincha de orgullo y lo hace de nuevo. Súmese a esto que una niña de mayor edad que ella llega hasta arriba y frente a la demanda de sus padres de…
Hacé como hace la nena y tirate por el caño.
La niña se queda congelada de miedo y debe ser bajada, no sin cierto enfado y decepción manifiestos en el rostro, por el padre.
Para qué te subís si vas a tener miedo. le reprocha el padre en tono recriminatorio.
Yo pienso para mí que, quizás, si no le hubieran dicho nada se hubiera tirado. Pero ese también es otro tema que dejaré abandonado porque no estamos hablando de eso (aunque es una relación causalconsecutiva y también muchos libros hablan sobre ella).
Matu se me acerca.
¿Cata también hacía esto?
Sí, cuando era más grande. Ella a tu edad tenía miedo.
Me mira, piensa; se nota que duda decírmelo. Finalmente no se contiene y habla.
Yo también tengo miedo. y se toca el pecho como tratando de mostrarme algo que pasa dentro suyo.
¿Y por qué te tirás?
Porque no le hago caso al miedo. Es divertido no hacerle caso al miedo.
Mientras ella me cuenta esto con su sonrisa triunfadora yo lamento anticipadamente las complejidades que me esperan en su adolescencia.
Se va a trepar y tirar por última vez, o la que creemos va a ser la última vez. Sin embargo sucede un azaroso hecho que cambiará la percepción de todo. En el mismo momento en que sus pies tocan la tierra, las luces de la plaza se encienden y, aunque parezca extraño, esto nos permite apreciar que se ha hecho de noche. Matu levanta la cabeza asombrada y me mira.
¿Viste?
¿Qué cosa, Matu?
Cuando subí era de día y cuando bajé era de noche.
Sonrío frente a este pensamiento de realismo mágico infantil, comprendo que sólo puede pensarse así si nos creemos el centro del universo. Una acción de ella ha mutado el día en noche; eso comprende ella pero a diferencia de muchos que establecen estas relaciones y se conforman con enunciarlas; Matu es curiosa y tiene algo parecido a un pensamiento científico.
¡Qué increíble, Matu! Bueno, ahora vamos a comprar el lomito.
No, esperá… esperá un ratito, quiero ver algo.
Nuevamente se dirige al trepador y sube. Comprendo inmediatamente lo que quiere hacer, quiere hacer una experiencia de laboratorio; comprobar frente a la reiteración de la acción el vínculo causalconsecutivo que se estableció con el tiempo. Seguramente está pensando para sí que esta vez, si se lanza, al llegar al piso debería hacerse de día.
Se tira, llega al piso e inmediatamente levanta la cabeza mirando al cielo. Sus ojos se entristecen. Repite la acción con iguales consecuencias, entonces sus ojos se resignan.
Vamos. me dice.
Juntamos los bártulos y nos dirigimos a la lomitería. En el camino ella continúa jugando y cantando. La hermana le llama la atención sobre su descuidado andar y le recuerda el golpe antes dado. Yo no sé si Matilda logra comprender esta relación causa-consecuencia entre su colgada forma de ser y que su frente sea el eterno paragolpes siempre magullado de sus juegos.
Matu, ¿qué quisiste hacer cuando te tiraste recién?
Que se haga de día. responde con simpleza como considerándolo evidente.
No se hizo de día.
Ya sé.
Cuando se hizo de noche fue sólo casualidad.
Da vueltas su cabeza, detiene su andar y me mira como apiadándose de mí. Luego continúa mientras me responde.
No; solo sirve para que se haga de noche.
Yo sonrío y le creo, ¿por qué no habría de creerle?
Cierre
Todos en definitiva, somos causa y consecuencia de otros. Nuestro estar en el mundo modifica el estar del Otro en un ida y vuelta recíproco. Cada acción lanzada al mundo provoca algo en otro y en nosotros y es imposible vivir ajeno a esta cadena de causas y consecuencias enlazadas temporalmente a la que llamamos vida.
Una salvedad. No todos tienen una hija capaz de trocar el día en noche con una sola acción; o el dolor en alegría con un solo juego; o la soledad y la tristeza con una sola sonrisa. Realismo mágico infantil podríamos llamarlo pero no creo que sea necesario ponerle nombre.



viernes, 12 de enero de 2018

Crónicas de Matulandia: Los cuatro elementos.

Eterno ritual de asar la carne al calor del fuego. Matilda sale afuera, como siempre que estamos haciendo eso, abandona televisor y juegos de armar.
Esta vez me traicionó, el dibujo que trajo en sacrificio era el que había hecho yo jugando con ella.
¿Por qué hay tantas historias del fuego?
Porque está en todos lados y en todas las cosas.
¿Es lo único que tiene tantas historias?
No amor, también la tienen el agua, el aire y la tierra.
Y ¿por qué no hablamos nunca de eso?
Porque generalmente hacemos asado, si estuviéramos sembrando unas semillas hablaríamos de la tierra, el otro día cuando fuimos al río hablamos un poco del agua ¿te acordás?
Y el aire no se ve, ¿por eso no hablamos? lo escribo en signos de interrogación aunque no me quedó tan claro si pregunta o lo afirma.
El aire está en todos lados. le digo como para excusarme.
El aire al lado del fuego tiene calor. Afirma.
En realidad Matu, ¿te diste cuenta que no es el fuego el que cocina la carne sino el aire que tiene calor?— Lo digo como si lo hubiera pensado hace mucho pero en realidad estoy reflexionando ahora.
Me mira y lo piensa. Da una vuelta por el micropatio con un viejo, nostálgico y destartalado patapata de su infancia. Se detiene y pregunta.

¿Hay fuego en el aire?
Yo creo que hay aire en el fuego, porque si le sacas el aire, el fuego se muere.
¿El fuego se puede morir?¿Como nosotros, como los animales?
Se podría decir que sí.
El fuego está vivo entonces.
Sí. respondo rápido aunque en realidad dudo de haber respondido correctamente.
¿Y el agua y la tierra y el aire?
No sé, Matu. Pero la vida comienza en el agua, necesita del aire y vive en la tierra.
Somos agua, aire y tierra, entonces. Fuego no, nunca vi nadie de fuego. afirma con seguridad y a mí me desconcierta, dudo que haya visto personas de agua o de tierra, pero recuerdo a Becher y prefiero decirle otra cosa.
El fuego es transformación y todos nos transformamos.
Yo no me transformo, Chico Bestia se transforma.
Vos también Matu, antes eras un bebé y ahora sos una nena.
Se queda pensando y da otra vueltas al patapata. Doy vuelta la carne sobre la parrilla. Damos vuelta a la mesa y comenzamos a comer.
Levanta la cabeza de su plato y afirma.
La vaca se transformó en comida.
Sonrío y confirmo su apreciación.
Sí Matu, tenés razón.
Come otro bocado y luego continúa.
Seguimos transformándonos aunque estemos muertos.
Esta vez lo pienso yo. No digo nada; ella continúa.
Tenemos agua, aire, tierra y vaca… lo dice como si nada y continúa comiendo mientras prende la televisión, señal explicita de que ha terminado la conversación conmigo ya sea por aburrimiento o porque siente que no tiene nada más que decir.
Yo quedo pensando, como siempre.
«¿Tendremos el todo en cada uno de nosotros?»
Cuando Matu quiera hablar conmigo de nuevo, se lo preguntaré. Quizás ella sepa.
Antes de irse a acostar se me acerca y dándome un beso, me dice:
¡Te quiero! Mañana te voy a extrañar.

Y se transforma en amor que quema como el fuego, queda suspendido en el aire, fluye como el agua y permite unas raíces que en la tierra nos unirán por siempre.




Una imagen dibujada con fuego.

Tu recuerdo desgarra mi espalda
en nostalgia de placer y deseo.
Ya sé que hay millones de «peros»
y acepto todos, cada uno de ellos.
Imponderable recuerdo
de cuerpos que se encuentran
en un plano infinito y mundano
Inevitabilidad del roce rasante
que convierten los «noes»
en carnes deseantes;
los «no debo» en «qué hemos hecho»;
los silencios en «te sigo esperando»;
los «no quiero» en «me muero por estar en tu lecho».
Hemos arruinado
esta consciencia de sabernos destinados
y mirarte a los ojos
y bajar la mirada a tus senos
y fantasear sobre un texto
escrito y borrado mil veces
y saberte de otro feliz en su cuerpo
y saber que a ti
también te puede el deseo.
Trascendente y pornográfica imagen
la de tu cuerpo y mi cuerpo
que no puedo olvidar y no quiero
por el dibujo que a fuego tallaste

y que hoy me obliga al recuerdo.




domingo, 7 de enero de 2018

Diálogo entre Bella y Bestia: una obviedad.

           Bella se cambia.
¿Te vas?- pregunto.
Sí.
¿Cuándo te vuelvo a ver?
Nunca más.
La miro intrigado.
¿Por?
No quiero terminar convirtiéndome en otro escrito tuyo.
          Termina de ponerse la ropa y se está yendo. Yo saco el celular y tomo estas notas con el único fin de contradecirla.
           Me mira mientras sale y dice:
Me gustaría que habláramos el mismo idioma.
Yo soy bastante políglota, tomate la molestia de enseñármelo.
No tengo ganas.
Besos.

Besos.