Cuando
abandona su casa sólo tenía treinta años; sin embargo, ya estaba cansado,
cansado de que nada le saliera como le habían dicho, cansado de que su fantasía
adolescente de vida adulta no se cumpliera.
El
mes anterior había sacado 11 seguros distintos.
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Alguien deberá pagar todas las mentiras que me contaron.
El
auto ya estaba en el terraplén, tal y como lo habían planeado. Se miraron. Ella
sacó una cuchilla; él apoyó el brazo en la puerta del auto y el filo cayó con
violencia sobre la muñeca derecha. El corte fue limpio y calculado (el hueso
quedó intacto).
Vinieron
ambulancia, policías y un montón de etcéteras que llenaron el lugar para ver el
accidente.
Al
día siguiente, su mujer comenzó a hacer los trámites para cobrar los 11
seguros; si lograban cobrarlos a todos sería una cifra de dos millones de euros.
En algunos lugares el sueño americano no vale un ojo de la cara, cuesta una
mano derecha.
Él,
en el hospital, se mira el muñón redondeado de una ausencia.
Cuando
abandona el hospital ya tenía treinta años; por eso estaba cansado, cansado de
que nada le saliera como le habían dicho, cansado de que su fantasía
adolescente de vida adulta no se cumpliera.