Mi amiga me
cuenta:
Llega él,
siempre sabio en prejuicios, el profesor de libros que no ha leído, a darles
una clase de frases hechas y lugares comunes.
—El problema de este país es
que la gente no respeta las leyes.— dice dando inicio.
Y continúan
las gansadas, las frases hechas, los lugares comunes y toda esa sarta de
carteles más propio de las redes sociales que de las clase.
Y los
alumnos en infinita paciencia, paciencia que considero por exceso innecesaria,
escuchan el palabrerío infinito de la Nada. Sabios eran los griegos que sabían,
que de la nada nada sale.
Bueno, oyen,
quizás no escuchen a quien como Göebbels, miente, miente, esperando que alguien
crea lo que quizás él no cree (si fuera malo); lo que quizás él cree (si fuera
tonto).
Palabra más,
palabra menos, justo un segundo antes del agotamiento mental de sus alumnas, en
uno de sus tantos enunciados categóricos, sentencia con fuerza de verdad un
arcaísmo espantoso.
—Lo del matrimonio igualitario
es una estupidez y yo no puedo aceptar eso…
Una alumna
optando entre la civilidad y el homicidio y el punto medio es la ironía que
distingue entre los unos y los otros. Lo mira directo a los ojos y le dice.
—El problema de este país es
que la gente no respeta las leyes.
Pero el
erudito en ignorancias sigue hablando y piensa que le han dado la razón y uno
se da cuenta que cuando dudábamos de su "fuera" entra los antes
planteados, sin dudas es el peor, la segunda opción.
Mi amiga me
cuenta y yo quiero creer que no sea cierto y pienso y le digo que para optar
entre Zenon el Estoico y Atila el Bárbaro, las opciones que propone el segundo
son más sanas que las que propone el primero.