“Se terminó la política, ya nadie cree en los
políticos.”
Esa frase, muy oída, es (como decían en el barrio) un
engaña pichanga. Cuando votan a un famoso, qué piensan, que este famoso emerge
de la nada ideológica para erigirse en las antípodas de la política y enfrentar
como espadachín justiciero de la voz de los votantes en contra de una masa
(para no decir amasijo) de políticos corruptos.
¡Cuánta ingenuidad! Algunos de nosotros ya llevamos 30
años de democracia y otros más y no deberíamos ser tan estúpidamente crédulos.
¿desmemoriados quizás?
Cuando el famoso ocupa el lugar del político no se
está diciendo que no hay política, todo lo contrario, se está diciendo que hay
una política pero que a nosotros no nos debe importar, que de la política se
encargan ellos (los que siempre manejaron el país) mientras nos dan figuritas coleccionables
para que nos entretengamos.
El vacío político no existe porque en el vacío no
habría nada; si algo hay, ese algo está oculto, inaccesible. Todos sabemos que
si algo se oculta, no digo que sea necesariamente malo pero sí, por lo menos,
sospechoso.
No sé quién nos hizo creer alguna vez en este sistema
democrático que se votan personas; se votan ideas de país, cosmovisiones,
formas de entender la realidad y de pensar las soluciones.
Cuando las ideologías quieren ocultar sus verdaderas
intenciones, montan un show, un espectáculo y nada mejor para un espectáculo
que alguien del espectáculo y tendríamos que preguntarnos qué nos pasa cuando
nos dan para jugar espejitos de colores.
Nadie carece de ideología porque nadie vive sin tratar
de entender e interpretar la realidad. Y cuando el poder te convence de que la
ideología dominante es la única manera de interpretar la realidad… bueno,
perdimos y la democracia ya carece de sentido porque no estamos eligiendo sino
aceptando.