El cuerpo de una niña dormida en los
brazos,
La calle mojada,
El sabor a domingo,
El estridente silencio,
El termo en las manos,
Un vaso olvidado sobre la mesa,
Una ventana entreabierta,
Un bolso de compras,
Un negocio cerrado,
El reír de unas niñas,
El trapo humedecido de primavera de mercado,
La promesa de un asado,
Un gato de nombre cerveza,
El recuerdo de un arcano ritual,
La sana estupidez de los juegos,
La vana promesa de hacer lo que falta,
La seguridad absoluta de saber que las
obligaciones serán postergadas,
El celular en placentero mutismo,
La anticipación de un lunes conspicuo,
La incapacidad de la palabra,
El explícito deseo de vivir en la
ignorancia,
La tranquilidad de una charla que se
extiende en la noche,
El sol que se atreve a quebrar unas
nubes,
Un mate ya tibio,
Un cuerpo ya frío,
Una nostalgia ardiente,
Un empaque infantil,
Una pelea entre hermanas,
Una tv prendida que nadie mira,
El desayuno de Cronos.
Todo construye una sola mañana de domingo.
Es increíble la capacidad de un paquete
tan pequeño
y me cebo el último mate antes de
ponerme a pensar en la comida.