Debate viejo
Charlo hace unos meses con una colega con la cual seguramente jamás
podría ponerme de acuerdo y sin embargo no priva que podamos trabajar sin que
esta disparidad de mundos que no compartimos se interponga en la labor diaria.
Charla ella sobre otra persona (es su tema favorito hablar de otro,
pienso yo que tal vez ha de ser muy aburrida su pequeña vida) y habla de
religiones y de alguien (que por suerte no conozco) que en pos de su libertad
de culto no profesa respeto (o el protocolo que en las escuelas algunas veces,
casi muchas, no son más que una secuencia de gestos vacuos) por los símbolos
patrios. Declama, quien está frente de mí, apocalípticos presentes en los
cuales se han perdido cosas “importantes” en las representaciones populares.
Yo prefiero no entrar en el tema, ya que como expresé antes, la
concordancia de perspectivas es un imposible anunciado, no obstante digo como
al pasar.
—Lamentablemente
para tu amiga, ella trabaja en una institución social que conserva esos
protocolos y aunque sea sólo como parte de una teatralización, deberá cumplir
con ellos.
Mi interlocutora me mira sorprendida y en excepcional mensaje declara
estar de acuerdo conmigo.
—Sí,
que se joda…— dice —si trabaja en una escuela deberá cumplir con lo que
dice el Ministerio que ella haga.
Yo me quedo pensando si en estos últimos recortes de la vida aún
tenemos Ministerio (vaya uno a saber); también pienso en los años que he
trabajado en instituciones que profesaban algún credo y como me pude adaptar
sin cambiar en lo más mínimo mi forma de pensar. Pero como mi colega sigue
hablando mal de los otros y sus intolerancias y falta de respeto por aceptar lo
que podríamos denominar del orden “común” aunque ella lo llame “normal”,
palabra que derivaría en un texto mucho más extenso; ¿qué estaba diciendo? Ah,
entonces me fui.
Debate nuevo
Charlo hace unos días con la colega antes mencionada con la cual había,
milagrosamente, llegado a un acuerdo de criterios aunque no de fondos hace
meses.
Charla ella esta vez sobre la educación sexual y habla de religiones y
de respetos y de que tendríamos que tener cuidado (yo no entiendo muy bien de
qué pero ella sigue soliloquiando) y que no va a acceder a dar a sus párvulos
esa “aberración” (sic) de la “ideología de género” (sic). Declama apocalípticos
presentes en los cuales se han perdido cosas “importantes” en las representaciones
populares.
Yo prefiero no entrar en el tema, ya que como expresé antes, la
concordancia de perspectivas es un imposible anunciado, no obstante digo como
al pasar.
—Lamentablemente para vos, trabajas en una institución
social que piensa que educar sexualmente a los chicos es importante y aunque
sea sólo como parte de una teatralización, deberás cumplir con eso.
Mi interlocutora me mira sorprendida y en excepcional mensaje declara:
—No, no es así…— dice —se
debe respetar mi libertad a no estar de acuerdo.
Yo me quedo pensando en por qué lo que hace meses le parecía
absolutamente válido, hoy le parece equívoco. Pero como no me gusta debatir con
paredes sordas incapaces de escuchar un argumento, me fui.