El contador (era el que contaba) vació la bolsa sobre la mesa y comenzó a contar las orejas o las bolsas testiculares que se desparramaron manchando de sangre todos los papeles. Pero las manchas de sangre no molestan, las manchas de sangre son habituales en estas empresas. Anotó la cantidad en un cuadernito, sacó de su bolsillo unos billetes y se los dio al jinete.
El jinete miró con enojo y el orejudo anticipó el reclamo ya de espaldas y sin mirarlo.
- Ya hay mucha gente que hace lo mismo, el precio por unidad ha bajado.
Se fue con lo que le dieron sin chistar a gastarlo en bebidas y mujeres; total, parece que no se acabaran nunca los indios para matar.
Al cierre del acto, la maestra en su prolijo guardapolvo blanco, dijo a todos los alumnos: "Y este día es para reflexionar que el país somos todos y no porque le demos valor a los "indios" vamos a dejar de reconocer el esfuerzo y el valor de nuestros inmigrantes y de todos los que vinieron a poblar y traer cultura a estas tierras."
El acto terminó; pero algunas cosas, no.
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