Escribo
sobre lo que no sé con la seguridad de que a nadie le interesa, que nadie lo
leerá. Pero si alguno arriesga sus ojos sobre estas páginas, valga la
aclaración y justificación de lo escrito, primero:
1) No soy politólogo ni nada que se le
parezca, mis pocos conocimientos derivan más de la literatura y de lo que en
ella aparece implicado.
2) Este texto está escrito en apenas
un par de horas sin la seriedad académica que amerita una lectura seria. Es, o
pretende ser, sólo una lectura superficial sobre la política y sus ciclos en la
Argentina.
3) Creo en lo expresado por Foucault
en que las épocas se superponen cual capas epistémicas y que la única forma de
comprender es hallando esas fisuras epistémicas que logran trasladarte a una
lógica anterior. Creo que la literatura es, muchas veces, la fisura epistémica
más legible.
4) No me molesta que otro sujeto me
interpele o interpele al texto, por el contrario creo que esa es la única forma
de crecer y no seguir encerrado en un pensamiento pequeño, propio y limitado.
Tengo un solo limitante, no respondo a quienes insultan o comienzan sus
enunciados desde la intransigencia.
5) Creo en la democracia como un
sistema que debe respetarse antes que nada; pero no se puede plantear el
desconocimiento de cómo los sectores de poder manipulan opiniones públicas y
elecciones.
6) Creo que la sociedad sólo puede
crecer políticamente cuando se atreve a discutir y enfrentar ideas y lecturas
de la realidad desde las razones y no desde los miedos y el odio.
Habiendo,
supongo, justificado las deficiencias del siguiente texto y sabiendo que la
mayoría de los lectores iniciales abandonaron su lectura, lo comienzo.
Las
representaciones políticas tienen que ver con los sectores
socio-culturales-económicos que representan y el modo o los mecanismos de
representación. Por ello las representaciones políticas son muchas y variadas
pero las que adquieren legitimidad y poder son pocas, sólo las que logran
aglutinar un grupo mayoritario u obtienen el poder de otros organismos. En
esencia, en un estado democrático, el poder está en las bases y en cómo estas
bases se sienten identificadas; en un estado no democrático esto depende de
quienes ostenten el poder a través de organizaciones e instituciones que sí
representan a bases pero desde el verticalismo autoritario (iglesia, militares,
etc.)
En
Argentina, las representaciones políticas importantes, visto de un modo muy
grosero, son tres:
1) La oligarquía y los dueños de los
grandes capitales, que fueron representados por el fraude durante la década
infame; por los militares durante la época oscura, fueron representadas sin
éxito por la UCD y que llegan a elecciones por una rama del peronismo (ya
explicaré por qué me parece que el peronismo da para todo) con el gobierno de
Menem.
2) La clase media argentina que
encuentra su máximo representante en el radicalismo de Irigoyen.
3) El trabajador que se ve
representado en el peronismo y no en la izquierda que ha terminado por
convertirse en un reducto de intelectuales de clase media.
Haciendo
esta lectura a uno se le presentan ciertas dudas o dificultades que debería ir
desgajando. Vamos a plantear en inicio las más violentas o evidentes:
a. ¿Cómo llega al poder de modo
democrático la oligarquía cuando uno sabe que sus bases son las menos numerosas
(por mucho)?
b. ¿Quién representa hoy la clase
media cuando es evidente que el radicalismo ha muerto?¿Por qué ha muerto el
radicalismo? O ¿Quiénes son los responsables de la muerte del radicalismo?
c. ¿Por qué el peronismo representa a
los trabajadores cuando en sus filas han aparecido los representantes más
recalcitrantes de la derecha argentina?¿Se puede hablar de una ideología
peronista?
Trataré de
exponer una visión, muy personal, de estas cuestiones.
En el
capitalismo el capital manda y la masa obtiene paulatinamente, a través de
luchas muchas veces violentas que los que ostentan el capital vayan cediendo un
poco de ese poder para calmarlos. En la democracia capitalista la distribución
equitativa del capital es impensable, sólo se piensan pequeños avances en un
crecimiento progresivo.
Argentina
comienza su vida política gobernada por las familias patricias que organizan un
país exclusivamente para ellos. Para no quedar al margen de políticas
internacionales se decide un sistema democrático electoral que sólo es una
farsa. El fraude y las presiones y el apriete son las formas en las cuales se
manifiesta el poder.
Muy
cómodos en el poder y acordes a políticas internacionales pierden el cuidado
que deberían haber tenido.
Seamos
realistas, la ley de sufragio universal y obligatorio no surge por un acto de
buena fe de sus impulsores. Tiene dos orígenes: por un lado la evidente ruptura
del partido autonomista y por el otro, los temores de que el obrerismo y los
ataques anarquistas resquebrajaran su estructura de poder. Se les ocurrió
entonces una idea genial, dar cierta sensación de libertad cediendo un espacio
de poder a quienes eran su principal oposición, un partido de derecha pequeño
burguesa, la UCR.
Desde la
UCR surge una figura interesante, hábil político que no se impone sólo con los
votos. Nadie menciona la participación y liderazgo de dos revueltas armadas
(1890 y 1893) contra el régimen roquista que en cierta medida fuerzan a Saenz
Peña a negociar la Ley de sufragio “casi” universal.
De esta
manera llega al poder alguien que viene a representar un sector social que
hasta el momento no tenía representación: la clase media.
Funda YPF
y apoya movimientos estudiantiles que reformarán para siempre la Universidad.
Sin embargo, a la hora de apoyar al obrero, su espíritu reformista no llegaba a
tanto: la semana trágica, la Patagonia rebelde y la masacre de La Forestal
dejan más que en evidencia que aún había sectores sociales que no eran
representados por nadie.
Como
siempre en el partido radical, la caída de sus representantes se produce en el
mismo partido. Los antipersonalistas resquebrajan, con Alvear como
representante, todo un sistema de poder que hubiera podido hacer más. Al
dividirse y perder fuerza (porque las bases se dividen), combinado con la
crisis del 29 y la ineficacia para actuar (debido quizás a ese temor de ser
personalista a la que tanto temen los radicales) dan puerta abierta a los
conservadores a tomar el poder y, esta vez con el apoyo de una parte de la
clase media temerosa (como siempre temerosa de perder lo que pudo obtener).
Uriburu derroca el poder cuando faltaba poco tiempo para que los radicales
consiguieran la nacionalización del petróleo. ¡Qué golpe hubiera significado
eso para la oligarquía! Pero va a ser una constante en el radicalismo que sus
mismos representados por miedo e influidos por otros sectores de poder (y una
prensa que juega su juego con la oligarquía) boicoteen las medidas más
progresistas de sus gobiernos.
Le pasará
al mismo Illia cuando trate de meterse con las droguerías con la famosa “Ley de
medicamentos”. Se metió con las petroleras y establece la ley del salario mínimo
vital y móvil. Tres cosas que ameritarían estar entre grandes gobernantes, pero
sus mismos correligionarios aprovechando la falta de legitimidad que tenía su
elección debido a la proscripción del peronismo y una primera minoría de votos
en blanco, apoyan otro golpe de estado permitiendo que vuelva al poder la
oligarquía.
No hacen
falta más ejemplos, aunque hay muchos más, para darse cuenta que los votantes
radicales son temerosos y traidores. Creo que no hay mejor descripción de un
radical que la que hace Rozenmacher en su genial cuento “Cabecita negra” con el
cual relee y reinterpreta un Cortázar joven e inmaduro y nos explica sin querer
por qué a Borges le había gustado tanto ese texto.
¿Qué hace
moverse a la clase media? El miedo. ¿Y cuál es el peor miedo? El Otro, ese que
puede adquirir nuestros beneficios sin el esfuerzo y los sacrificios que
tuvimos que hacer nosotros.
Al
radicalismo no lo mató nadie, el radicalismo se suicidó. El último gobernante
verdaderamente radical y, quizás la expresión menos gorila del radicalismo, fue
Raúl Alfonsín. Que tampoco encontró apoyo en sus votantes cuando enfrenta a la
sociedad rural.
Es una
pena, porque la clase media ha perdido completamente el rumbo y termina
apoyando a la oligarquía que la única vez que le dio poder fue cuando tenía la suficiente
fuerza como para hacérselo perder. Ahora son sólo títeres manipulados por los
miedos a perder sus privilegios.
Que hoy el
radicalismo apoye a sus originales enemigos en el macrismo es quizás la
vergüenza más grande para quienes siguieron la legítima línea ideológica de la
UCR yrigoyenista.
¿Cómo
llega la oligarquía al poder en un sistema democrático? Pues muy simple,
gracias al miedo y al apoyo incondicional de la clase media argentina.
Feinmann
(el bueno) pone en boca del gordo Cooke algo muy significativo para definir el
peronismo pero es una novela y no me atrevo a citar literalmente porque lo hace
en una ficción y porque esas mismas palabras luego Seoane se las pondrá en boca
al gringo Tosco. “Perón no es obrero pero el obrero es peronista”.
Algo
importante para entender al peronismo es su carácter de movimiento popular y no
su ideología. El peronismo, incluso en su origen encierra una doble ideología
de izquierda y derecha y gestiona el poder desde el verticalismo y la
idolatría. Por otro lado, ha logrado sin luchas sangrientas, los mayores
beneficios para la masa silenciada de trabajadores.
Perón en
su afán de poder durante el 43 o 44 establece vínculos con los grandes
sindicalistas y socialistas de la época y le permiten una visión hasta entonces
ni siquiera pensadas por los gobernantes. Desde el departamento de trabajo de
un gobierno de facto logra cosas antes no eran ni pensables: derechos
laborales, convenios colectivos de trabajo, leyes de previsión social. Todo
esto lleva a que en el mismo GOU surja el término “antiperonismo” antes de que
el peronismo exista.
Perón
surge en la derecha con pensamientos de izquierda y esa contradicción de origen
se mantendrá en todo el movimiento. El peronismo alberga dentro de su seno los
más grandes logros de la lucha trabajadora junto con los más grandes logros de
los triunfos de la oligarquía en el poder. ¿Por qué? Por su forma de gestionar
el poder, en el cual las decisiones dependen pura y exclusivamente de la
decisión del líder y no de opciones políticas de las bases.
Por todo
esto, hacer un juicio sobre el peronismo es injusto y poco plausible; el
peronismo es lo mejor y lo peor que le pudo pasar al país. Encierra dentro de
sí cosmovisiones contradictorias desde su origen, todos sabemos que no es la
misma ideología la de Juan que la de Eva, la de Menem que la de Kirchner.
La masa
reconoce su beneficiario pero no entiende cómo lo hizo, atribuye entonces ese
poder de acción política a su líder y por contagio a cualquiera que lo
represente. Una pequeña anécdota personal, la portera de mi colegio primario
era peronista y todas las noches encendía una vela bajo un cuadro de Eva.
Cuando mi portera era nadie, ni recuerdo su provincia de origen, ella en un
acto de fe le envió una carta a Eva refiriendo a cierta enfermedad que parecía
tener y sus médicos (médicos públicos de hospital pobre no sabían diagnosticar).
Eva respondió esa carta de manera afectuosa y adjunto dos pasajes, para ella y
su marido, a Buenos Aires. Allí la atendieron los mejores doctores que
diagnosticaron su chagas y la enviaron de portera con casa en el colegio a una
de las escuelas construidas por Perón; al mes llegaron cajas con ropas y
utensilios para ella. Mi portera será, con justa razón e incluso luego de su
muerte, peronista.
Pero Perón
se casó otra vez, con la amiga de López Rega… y bueno AAAh, todos sabemos la
historia.
Lo que
queda claro es que el obrero consiguió cosas que en otros países significo
luchas y víctimas sin más esfuerzo que pedirle a su líder conductor y, de esa
manera se hace imposible pensar en la izquierda en la argentina.
Tenemos
entonces un país con muy poca conciencia política de base, el anarquismo en sus
orígenes nacionales generaba más movilidad y acción que lo que luego hará todo
el sindicalismo peronista siempre obediente al líder y negociadores por
definición.
La clase
media vivió y vive en el miedo de perder sus privilegios en actitud absolutamente
egoísta.
Y la
oligarquía nunca dejará de ser la mierda que es.
Muchos que
dicen no sentirse representados recurren a la ingenua y estúpida figara del
apolítico. Eso es una contradicción para no decir una paradoja que Freire supo
expresar cuando dijo en una conferencia en Buenos Aires: “quien dice que es
apolítico, es oficialista”.
No existe
la posibilidad de estar al margen de la política, porque estar al margen del
partidismo es una política que en cierta medida brinda su apoyo a quienes
ostentan el poder.
Por otro
lado, no se puede construir una verdadera revolución en torno a líderes porque
se necesita una conciencia de las bases que pueda darle continuidad a los
logros de ese líder cuando ya no esté.
Debemos
como argentinos atrevernos a sentarnos y discutir la visión de país que
queremos. Apagar los televisores y dejar los egoísmos de lado.
Volvamos a
las asambleas barriales, intervengamos los medios, nacionalicemos los recursos
y los servicios esenciales y la banca. Discutamos cada tema lo que hay que
discutir que no nos apura el tiempo. Construyamos la democracia desde las bases
hasta sus líderes y no al revés.
“Podrán
decir que soy un soñador pero no soy el único”; “seamos realistas, pidamos lo
imposible.”
Ya sé que
nadie lo leyó y nadie lo leerá, pero necesitaba pensar en este martes luego de
trabajar todo el día y parar y marchar mañana comprendiendo que en la lucha
está la fuerza y en una lucha que incluya al otro, sin pancartas egoístas.
Un abrazo
para todos. Y sepan disculpar esta molestia.