La noche es calma de estrellas
encieladas
El ritual comienza con opíparas ofrendas
del cuerpo
regado en abundante sangre.
Uroboro ya vislumbra su cola
dispuesta a morder
se a cerrar
se para abrir
se imposible los balances
y prohibida la nostalgia.
El viejo jugador vuelve a recoger ese
dado
roído y redondo para lanzarlo otra vez
en eterno juego.
Creer que algo tiene sentido
es el mito con el que se consuela a los
muertos
para que no sufran las penurias de los
vivos.
Alguno ríe y otro es atrapado en un
recuerdo.
La vida, de pronto, se podría resumir
en un efímero e imperecedero origami.
Los ojos se cierran por el peso del
alcohol
o porque no queremos seguir viendo.
El ritual se puebla de silencios
un celular ilumina el rostro de algún
fantasma
una mascota se acobacha presa del miedo
un insomne comienza a levantar
platos y vasos de una mesa vacía.
Nada hay que hacer mañana
Nadie va a trabajar porque nadie lo
soportaría.
A la mañana el viento soplará
como gigante escoba barriendo cielos.
se comerán las sobras del ritual
se mirarán sin saber qué decir
y se comenzará de nuevo
como si no hubiera pasado nada.