Pronto he de abandonar
seguramente
el tonto espectro espectral de lo
terreno
y no duele saberse ya en medio suicidio
aspera saber que no va a haber palabras
que alguien diga y deje signo en un
camino
arbitrario y recorrido
pero honesto.
Yo soy nadie
y no seré nunca nadie
-con antítesis semántica permitida-
para el universo de este cosmos
pervertido
existo sólo en la existencia de unas
obras
que como el polvo en el que he de
convertirme
serán tierra y olvido.
Ni a académicos
ni a pueblo
ni a mercado
llegará jamás palabra dicha por este
muerto
pues no existo
en existencias ontosociales
que pueden otorgar entidad a las
inexistencias
(Cohelo o Arjona serán recordados,
quizás)
No me despido
porque no deseo aún irme
pero sé que Cronos se avecina
y viendo tanta muerte próxima acaecida
que la hermana de mirta
que tal vecina
y tantas palabras destinadas
me pongo a pensar en la ausencia de
vocablos
que acarreará mi final tan anunciado.
Son destinos quizás predestinados
finales de un preanuncio ya anunciado
redundancias de una muerte ya muerta
en existencia pura
sin más sentido
de la imposibilidad de un interlocutor
que las responda.
Vaya uno a saber
quién sabe.
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