![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjLdItF5tnm-xvt4sXxYrCLFzZ5Qx-LLfBGrvfS0nJXyKzZSMhd5Uq9aVdXooUw6C9SG7C0XJmjGmsqAiZC8BUfqMetjujjuPUD7J2eLbm8sXeJo9w7sd2bnUslwEF8lfrPfBIPbi1ztULt/s400/plympton6.jpg)
Un día se acercó y en tono de epistemólogo francés de mediados del siglo XX, me dijo:
- Nunca confíes en los consejos que te da alguien pagado de sí mismo.
Casi caigo en el engaño. Estuve a punto de decirle: "y por qué debo confiar en lo que vos decís" pero me di cuenta a tiempo y me callé un segundo para pensar. Me daba rabia, sentía bronca e impotencia por no encontrar la salida de esa paradoja.
Él me miraba y sonreía sabiéndose ganador de esta contienda. No había forma de que lo contradiga sin aceptar su consejo. Entonces, levanté la cabeza con la mirada de quien acepta su derrota (él miraba victorioso) y le dije:
- Tenés razón.
Miró desconcertado; bajó los ojos y luego la cabeza en señal de derrota y se fue.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario