Ella Bella forever bella se acerca con
intención de hablar. Me mira a los ojos desafiante. Me agradan sus ojos.
–Yo leo mucho ¿sabés?– dice en forma de
sentencia.
–Qué bien.– comento en tono que deseo
suene aprobatorio porque sé que es lo que ella espera oír.
–¿Vos lees mucho?– me pregunta esperando
una confirmación afirmativa. Yo pienso en la cantidad de libros que deseo leer
y aun no leí, pienso en la cantidad aún no escritos que desearé leer y
tímidamente respondo.
–No, leo bastante poco en realidad.
–¡Qué pena!– aporta en un tono entre
reprobatorio y maternal y agrega –¡Es tan lindo leer!
Yo confirmo su juicio asintiendo con la
cabeza, no quiero aportar nada por temor a que se enoje y se vaya.
–La última novela que leí, en realidad
eran una serie de novelas, trataban de un vampiro muy lindo que se enamoraba de
una humana y ellos hacían todo lo posible para estar juntos aunque nadie quería
que lo lograran y les hacen la vida imposible. Pero, a pesar de todo tienen una
hija hermosa con muchos poderes y son todos vampiros.– dice entusiasmada con
sus libros.
–¿Y qué pensaste después de leer esa
novela?– pregunto con legítima curiosidad pero noto que mi pregunta la
desconcierta y la desconcentra.
Por suerte no se va y busca satisfacer mi
curiosidad.
–Bueno, que me gustaría que un vampiro se
enamorara de mí y tener un romance así… verdadero… que las cosas parecen
imposible… y todo eso y a pesar de todos.– se envalentona en las últimas
palabras y me agrada como suena “y todo eso y a pesar de todo”.
—La idea me parece conocida.— comento
erróneamente.
–¿Y el último libro que leíste vos de qué
trataba?– me pregunta a quemarropa con un “vos” que suena a desprecio.
Escarbo entre mis recuerdos de los leídos
en el último mes alguno que vaya a tono con sus lecturas.
–De un pibe muy pavo que todos le pegan en
el colegio y se enamora de una niña vampiro y se convierte en su sirviente para
toda la vida… bueno, la vida de él porque ella es eterna.– termino y me doy
cuenta que así resumido parece medio tonta la historia.
–¿Y qué pensaste después de leerlo?– llega
su pregunta salvadora que ella hace por mera cortesía y a mí me permite
explayarme.
–Muchas cosas… por ejemplo que muchas
veces la vida es una mierda y algunos son maltratados y no pueden salir de eso
y entonces para evitar el dominio de uno más fuerte se someten a poder de otro
más fuerte aún. Además en el libro la madre está sola, la plata no les alcanza
y entonces pensaba en lo injusta que es la vida o la gente con algunos… ah,
también se me ocurrió el giro que toman las novelas de vampiros en los últimos
años… el pueblo era un pueblo industrial que sufrió los embates del
posliberalismo y…– iba a seguir hablando pero Bella me interrumpe.
–Si, sí, ya está, se entendió… cómo te
gusta hacerte el intelectual a vos ¿no?
–No.
Enojada divide su andar del mío en la
puerta del colegio. Ella sigue su rutina en la que no me incluye. Yo entro al
colegio durante el recreo con tiempo de ir a la sala de profesores (porque creo
y les hago creer a mis alumnos que soy un profesor) a tomar un café. Adentro un
colega habla en tono crispado.
–Lo que pasa es que los chicos no leen.
–Muchos adultos con secundario terminado y
buenas notas, tampoco.– pienso yo y no lo digo. Tampoco digo que pienso que mi
colega debería ver un poco menos de tele y no sumarse a su lista.
El colega prosigue.
–Los alumnos tendrían que leer más.—
concluye su imprecación.
–Leer mejor… no más, mejor… – se me
escapa, casi sin querer.
–No te entiendo.– se le escapa queriendo.
–Dejá, no importa. Me quedé pensando en
algo que pasó mientras venía al cole.– digo, me sirvo un café y callo.
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