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El problema no es que haya sido un golpista que intentó desestabilizar
el gobierno democrático de Alfonsín en
pro de un grupo reducido de intereses que nada tienen que ver con el todo al
que deberíamos llamar patria.
El problema no es que haya desfilado con un grupo de héroes-víctimas
que merecen nuestro reconocimiento ensuciando con su estupidez y pedantería
todo.
El problema no es que nadie del gobierno haya salido a decir lo
indignado que estaba con su participación.
El problema no es que celebrando 200 años de independencia desfile quien propone la dependencia y la sumisión como bandera.
El problema no es que los líderes del radicalismo se queden callados
frente a una ofensa directa como es que este sujeto que puso en riesgo el
gobierno de Alfonsín y que le hizo, notoriamente, cambiar el rumbo, desfile impunemente
ante sus ojos mudos.
El problema no es que él en su ceguera siga pensando que algunos
argentinos valen más que otros, que algunas ideas merecen la vida y otras la
muerte. Eso no es democracia, ni podrá serlo nunca.
El problema es que una parte de la población lo haya aplaudido con
alegría, celebrando la muerte y la intolerancia.
El problema es que los gusanos se asoman en la herida que parece sigue
abierta.
El problema no es un idiota desfilando donde no debe, el problema es un
contexto que lo permite y que lo avala.
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