Todos los que me conocen (o han conocido alguna vez) de verdad, que no
son tantos como la palabra “todos” parece indicar, siempre se han referido a mí
como una empanada. Epíteto épico que no tiene nada de épico y muchos menos de
gastronómico aunque se hable de alimentos. Es una metáfora simple que se
arraiga en la coloratura de este alimento y los prejuicios culturales del
enunciador. Según amigos y parejas (ganados y perdidos) yo soy “blanco” por
fuera y “negro” por dentro.
Sí, ya sé, tiene un carácter un poco xenófoba la
construcción sustantiva con la que se refieren a mí pero me lo han dicho tantas
veces que me pasó como sucede siempre con el lenguaje que de tanto usarse su efecto
connotativo pierde validez como el cántaro rompiéndose en una fuente.
Sin embargo, hoy que no tengo ganas de nada útil, sí tengo ganas de
analizar los síntomas en los que se basan para tan consensuado diagnóstico.
No dudo que cuando hablan de “blanco” o “negro” se refieren a patrones
de comportamiento cultural convertidos en cliché representativo de un sector
social determinado. Lo de “blanco” es fácil, mi ascendencia gringa y mi tono epidérmico
rosa claro (tirando a blanco papel), mis “ma bah” o “altro que”, una familia de
reuniones multitudinarias en las que todos hablan a los gritos, mi formación
académica de medio pelo, saber bailar la tarantela, saberme de memoria la canción "Morettina bella ciao" y otros elementos permiten, sin dudas, que se me
identifique con cierto sector socioculturaleconómico denominado “blancos”, a
simple vista pareciera que a mí no es necesario darme garrote ni construir un
muro para mantenerme a distancia (No llevo gorra aunque sí sombrero).
Lo raro es el “negro por dentro”, “negro de alma” me diría un amigo que
es exactamente lo opuesto a mí (según él dice, negro por fuera y blanco por
dentro). Como esta adjetivación se me otorga a modo de reprimenda, tal que si
estuviera haciendo algo que no se debe, traicionando a mi estirpe; entonces me puse
a pensar cuáles son mis faltas, mis errores actitudinales que me hacen
merecedor de algo que suena a descalificación.
Luego de una profunda investigación estadística llevaba a cabo a través
de encuestas orales he podido discriminar algunos elementos:
1) Cuando me
compro algo nuevo o me lo regalan, ese mismo día lo uso. No puedo esperar ni un
día. Y si es ropa, peor porque me van a ver con eso puesto durante toda la semana.
2) Disfruto
muchísimo de hacer nada, levantarme y quedarme sentado haciendo nada. Aunque
sepa que tengo cosas que hacer.
3) No me
interesa ahorrar para generaciones venideras, creo que el fruto de mi trabajo
debe ser disfrutado y no guardado debajo de un colchón. Lo que no quita que sea
responsable económicamente de mis hijos y en la medida de lo posible les
garantice algún estudio como herramienta cultural pero "espero que no esperen" de
mí que les deje algún capital.
4) No me
deprimo frente a las adversidades y no siempre hago el esfuerzo necesario para
salir de ellas.
5) Disfruto
de las pasiones como si fuere a acabarse el mundo mañana mismo.
6) Cuando
despierto oigo radio AM.
7) Prefiero
las charlas de bar en las que se soluciona el mundo y se hace funcionar un
equipo de fútbol que no le gana a nadie, regadas de bebidas espirituosas; a las charlas de café en las
que todos hablan de "los que no están" y se quejan de lo "injusta" que ha sido la
vida con ellos.
8) A veces
no me doy cuenta hasta que entro al supermercado o la despensa de que estoy
descalzo.
9) Me gusta
el choripán y si este ha sido cocido junto al cordón de la vereda lo siento mucho
más sabroso. Ni hablar si se adereza con repollo al vinagre de un frasco de “andaasabercuandolopreparé”.
10) No
siento la obligación de estar haciendo algo constantemente. Ni engraso los ejes
de mi carreta porque a mí me gusta que suenen.
11) Tengo
hijos, me gusta tener hijos.
12) Cuando
oigo cuarteto, siento ganas de bailar (falla mi “negritud” en que no oigo
cuarteto en otras circunstancias ni tengo discos pero conozco las bandas y
seguramente canto el tema mientras lo bailo).
13) No me
gusta hablar a los gritos. Mi tono dominante es serio aunque esté haciendo
chistes.
14) Me ocupa
el presente, el pasado pisado y el futuro por pisar fueron o serán ocupaciones
de otros momentos y de otros sujetos.
15) No tengo
ropa para salir y ropa para estar en casa, tengo ropa cómoda y ropa incómoda y
la cómoda la uso hasta que se gasta (literalmente).
16) Uso las
cosas que compro sin preocuparme por su estado, si las compré han sido para ser usadas. Si llueve, saco el auto; le saco los nylones a los asientos y a los
controles remotos.
17) Cuando
beso, beso con ganas y sin permisos, pero soy reacio a las expresiones
afectuosas desmedidas o injustificadas.
18) Me
siento cómodo tratando de usted a las personas que quiero sin privarme de las
malas palabras y las guarangadas.
19) Digo las
cosas que tengo que decir a las personas que tengo que decírselas, carezco de las sutilezas aunque no de la ironía.
20) Creo que
el sexo es una de las más importantes acciones humanas y el sentido de la
existencia.
21) Me
gustan los gobiernos populistas con tendencia de izquierda.
22) Charlo
con desconocidos con más facilidad y fluidez que con los conocidos.
23) Me
gustan los bares putres, con lupines, vasos sucios, viejos jugando dominó por
plata, una anciana prehistórica que te atiende y platos abundantes. No me
siento cómodo en los comedores de platos gigantes y una porción mínima de
alimento finamente decorada.
24) Me
divierto con las películas de acción y las de karate.
25) Arreglo
las cosas en mi casa (sé arreglar muchas cosas), cuando tengo la fuerza de
voluntad para hacerlo, que no es común.
26) No cuido
de mi salud ni voy de médicos. Así como e cuesta llevar al auto de un mecánico.
27) Si el
mundo se acaba mañana, no me llevo deudas afectivas aunque sí económicas.
28) Amo las
nuevas tecnologías y gasto en ellas.
29) Tengo,
lo que la sociedad del "buen gusto" determinaría, "mal gusto".
30) No
siento el mínimo respeto por la cultura académica; si me gusta, me gusta y si
no, no. Pero jamás hablo con desprecio, ni de lo académico ni de lo tradicional
(sí hablo mal de Arjona pero porque es muy fácil hablar mal de Arjona).
31) Tengo propensión
a los vicios y a los pecados.
32) Soy
parco en el trato.
Eso, mencionando sólo lo que se me ocurre en una sentada frente a la
pc. 32 ítems que permiten a mis allegados emparentarme con lo que ellos llaman:
“negro”.
Los vuelvo a leer y no me parecen tan graves.
Pienso en mi amigo, el que es al revés. Y en un ataque de prejuicio
étnico elucubro: “Pobre, se llevó lo peor de ambos mundos.”