Ella viene, porque es su
acto irremediable, el venir siempre hacia mí. Se para y sonríe avisando su
próximo intento de sorna o ironía, a mí me gusta que lo intente.
—Estoy tratando de aprovecharlo, porque
cuando gane tu amigo me imagino que la programación va a cambiar muchísimo.
—¿Qué amigo?
—Ese que piensa que Tinelli o Tan Biónica o
Violeta son cultura porque los consume mucha gente.
—Ah, claro. Para vos la cultura debe ser
algo que sólo vos y tu grupito elegido de amiguitos intelectuales entienda.
—Puede ser que sea un burgués
intelectualoso con miedo al populacho… o puede ser que no confunda el arte con
los productos de fabricación masiva… puede ser tantas cosas que por las dudas
voy a seguir viendo. ¿sabés por qué?
Ella me mira como esperando
mi respuesta.
—Porque el Mercado siempre se ha encargado
de vender sus productos y a mí me gusta un Estado que se encargue de hacerme
llegar esos otros productos que el mercado deshecha, porque son muy riesgosos,
peligrosos, que plantean algo que aún no fue planteado, que me exigen un poco más,
que me obligan a pensar. Para lo que se vende y tira hay muchos canales, para lo
otro hay pocos. Sin ayuda, esos productos distintos están resignados a lo poco
que permite el Mercado que se filtre: al músico lo usan de cortina en una
telenovela, al escritor lo convierten en película, etc.
Sonríe, en las
diferencias no puedo ni ella puede llevarnos mal.
—¿Qué estás viendo?
—Un documental sobre el Carpo…— la miro y
aclaro— Pappo.
—Ese de “nadie se atreva a tocar a mi vieja”
La observo resignado
—Sí…—respondo mientras pienso «no sé por qué, imaginé…»
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