Va hacia su padre llorando, ya es grande pero llora como cuando era
niño.
—¿Qué
te pasa Martín?¿Por qué llorás?
—El
abuelo, me dijo que era un “otario”.
Se queda sorprendido, mira a ese joven de 18 años llorando como una
criatura y se sorprende. Todos, incluso él, que es su padre, piensan que
Martincito es medio… medio… bueno, piensan. Pero el abuelo Atilio, el que había
sido profesor de algo alguna vez, que siempre cuidaba tanto sus palabras, no
podía haber sido tan brusco como para decírselo de frente; cualquier otro
quizás, pero el abuelo no.
—¿Qué
te dijo exactamente el abuelo?
—Me
dijo que conmigo tenía un problema y me dijo que era un otario.
Entonces comprende, pero no le parece productivo explicarle la
diferencia entre una “o” y una “e” inicial y simplemente argumenta
—Estaba
de mal humor hoy, ya se le va a pasar.
Martín sigue llorando un rato y luego se le pasa.
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