Pierce plantea en el estudio de la semiótica (de la
comunicación humana) un elemento que no había sido tenido en cuenta por
Saussure: el «interpretante».
¿Y esto a qué viene?
Que muchas veces uno dice lo que quiere decir,
correctamente, sin eufemismos ni vueltas y el otro oye lo que quiere oír,
correctamente, sin eufemismos ni vueltas.
Y esto no sería problema si no fuera tan distinto lo
que se dice de lo que se oye.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgWIwiP3FDlltPdbxU9u1_LL_5Uemgh9TWazT10ZIgw1h6JntGP6r_fZzcFkDUU8DpLTHQ27rSt-C-UtiJgI6spFJvsnjbj07Fe_XM-9cmLtGdnkbTNyFPYDW7VN0_-oEX1odEDHVEE_hw/s320/tevez.jpg)
Más de una vez un mismo mensaje parece tener
significados opuestos, cuando no, incompatibles.
Y algunos dirán que hay una ideología, una cosmovisión,
que se pone en evidencia cuando el otro habla, cuando el otro escribe; que hay
mensajes que se transmiten sin intención. Otros dirán que algunos enunciadores
persiguen la oscura intención de generar hegemonía.
Y yo creo que tienen razón pero también creo que eso
muchas veces no tiene que ver con el emisor, sino con el receptor. El receptor
se «dispone», de acuerdo con su ideología y con los juicios y prejuicios que
tenga sobre el emisor y el medio (el medio, ya lo dijo McLuhan no es tan
neutral como suponemos) a percibir determinados significados y a omitir otros.
En un mundo polarizado en X y Anti-X, en el cual el
constante ataque de los «antis», que solo el título expresa su sentido; son «anti»,
están en contra de las ideas de otro y hasta dudo que tengan propias y los X
que se defienden de esos ataques con la misma virulencia e incluso, muchas
veces se defienden de quienes no los atacan, que levantan los puños frente a
cualquier palabra que no supere el corrector ideológico.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjvNJnGv8g-iyxyFnz-QNJIbN1mQJ7ogRLnmsKvrKJEMSd4G0BmxjezNpeKxnBGiu2lxPdA6Vwm7i_IJRm4StqEy59H0MpPpvbSY9psO7AyzmH-PRXJfH0OuzzLuQJLXz34fx0TT2fMNqc/s320/legrand.jpg)
Lejos estamos de una dictadura y quien diga semejante
estupidez es porque no ha vivido en una (y desconoce todo) o ha estado de
acuerdo con las atrocidades que ellas cometieron. Pero hay cierto «canto de
hinchada» que no permite oír, detrás de cada demanda la ideología que subyace.
Hay mucha cabeza hueca repitiendo discurso ajeno de
ambos lados.
Los medios se han convertido en una fábrica de
discursos para que el haragán mental repita sin pensar mucho. Y un discurso no
es sólo la expresión de algo, es también, la forma de ver ese algo. Cuando
repiten las palabras impuestas se obligan a pensar la realidad de esa manera.
Es muy difícil tratar de explicar el valor del discurso como constructor de
subjetividades y muy complejo; hay que primero entender que la realidad no es
tal sino una construcción cultural que obliga a determinadas posiciones.
Pero supongamos que no se entiende. Seguro entienden
que hay quienes piensan, quienes se arriesgan a ponerse en los argumentos del
otro y sin prejuicios previos analizan qué tan de acuerdo pueden o no estar y
están los otros, los que antes de escuchar ya se imaginan que lo que va a ser
dicho es falso o equivocado.
En definitiva: los primeros son espíritus democráticos
mientras que los segundos no. Queda en ustedes decidir de qué lado están.
Pierce plantea en el estudio de la semiótica (de la
comunicación humana) un elemento que no había sido tenido en cuenta por
Saussure: el «interpretante».
¿Y esto a qué viene?
Dejá de preocuparte por lo que plantean otros,
atrevete a pensar el mundo desde otro lado y jugá este juego que se llama
democracia. Porque si no, me encuentro con amigos que aceptan las estupideces
que dice una vieja chocha en sus almuerzos y otros que critican uno de los
pocos ídolos populares que manifiesta una ética necesaria para la construcción
de un país como me gustaría.
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