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Camino por Córdoba, ciudad de recuerdos. Me pienso tan
joven y tan flaco y tan sueños. Camino por una ciudad que siento mía aunque
siempre me fue prestada como en un pensamiento.
Camino hacia un destino que no es destino por un
barrio que es muy recuerdo. Camino por Córdoba sin-con rumbo fijo.
Pienso “jejeje”, porque sonrío cuando pienso aunque no
es muy común que sonría aunque es muy común que piense: “Esa era su casa.
¿Estará acá? No, no puede ser, en realidad era la casa de su madre. ¿Cuántos
años tendrá? Ella era bastante más grande que yo. Yo, 19; ella, 30. Sí, esa es
la casa…”
Dejo de pensar porque algo me distrae.
Una señora, barriendo la vereda con su pelo oscuro y
largo; con su cabello igual a ella.
Una señora, barriendo la vereda se da
vuelta y me mira.
Una señora, barriendo la vereda, con
cara de señora que barre la vereda con cuerpo de señora que barre la vereda
detiene su mirada en mi mirada.
Y el tiempo detiene en un silencio su
andar, mi caminar, nuestra mirada.
Y yo ni joven, ni flaco, ni sueños la
miro.
Y yo ni joven, ni flaco, ni sueños a
punto de levantar la mano en un intento de rasgar a Cronos.
Hay un brillo a punto de saludarnos y
sin embargo…
Un cuadro de Goya quizás…
La mirada suspendida se desvía y mientras vuelvo a
dirigirla a mi destino escucho el arrastrarse de una escoba en la vereda del
recuerdo.
Y camino.
Camino por Córdoba, ciudad de encuentros. Me pienso
tan joven y tan flaco y tan sueños. Camino por una ciudad que siento mía aunque
siempre me fue prestada como en un silencio.
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