En la clase
de lengua el profesor pregunta:
—¿Perros?
Los alumnos
responden:
—Jauría.
—¿Peces?
—Cardúmen
—Bosque, arboleda… —las voces se
mezclan y confunden.
El profesor
piensa: «¿Cuál será el sustantivo colectivo para una serie de eventos
desdichados o desafortunados?»
—¿Cerdos?
— …
Ante el
silencio de los alumnos el profesor automáticamente, automatizadamente,
responde:
— Vida…
Los alumnos
lo miran desconcertados.
—No, perdón, piara.
El profesor
se queda pensando mientras los alumnos continúan haciendo los ejercicios.
Piensa, quizás, no sé, me imagino, en «el sentido». Me imagino este pensamiento
porque es un pensamiento recurrente en este personaje; de la misma manera que
puedo imaginar una serie de antítesis y categorías o grupos; esa suele ser su
manera de pensar. Pero no… el profesor piensa o cree pensar:
«Lo único que
tiene sentido es el deseo. No ese deseo freudiano polifacético, multiuso y
endeble… no. Lo único que tiene sentido es el deseo. El deseo bruto, sin
intelectualidades ni sentidos. El deseo coital y promiscuo. Presentista,
inevitable e inevitado. Por eso las sociedades pacatas lo censuran y reprimen…
Por eso las sociedades mercantilistas lo convierten en producto de consumo… En
realidad es, siempre fue y seguirá siendo lo único que no puede ser manejado
por un sistema político. El deseo surge y se impone, aún en contra de cualquier
racionalismo. Aun a través de años de autocensura. El deseo es, está ahí y
gobierna sobre años de imposiciones inconscientes.»
No puede evitar
pensar en un tema de Silvio: «¿Qué se puede hacer con el amor? ¿Qué se puede
hacer si es cosa de él?»
Piensa,
porque pensar es gratis: «¿Cómo manejan las distintas sociedades el deseo?
Porque el deseo es incontrolable y genera acciones incontrolables. Lejos está
el amor de esa estupidez de los románticos; el deseo genera pasión y la pasión
genera caos y el caos no puede ser asimilado por el orden social. Y ¿cómo la manejan?
Ubican en el deseo otros objetos: objetos que se compran, las sociedades
mercantilistas; dioses, las sociedades verticalistas; saberes racionales, las
sociedades burguesas; evasiones, las sociedades excluidoras. Y lo único que
hay, atrás de todas esas máscaras es simple y vulgar deseo.»
Toca el
timbre, sale afuera. Su serie de eventos desafortunados lo lleva a otro lugar distinto
al que quiere ir.
Mira el
celular, lee el mensaje y contesta:
—No puedo.
Se va,
sintiendo que la vida no tiene mucho sentido.
No, pero sigue valiendo la pena. / ¨ Hasta donde da
ResponderBorrarel universo del deseo, más grande
que el universo. (...) hay
agujeros con fierros que
tienen mirada de pájaro.¨ (J.G.)