Ambos están sentados, uno frente a otro en un mismo distinto lugar,
fundidos en un abrazo. El tiempo se dilata. Las lecturas mutuas rebotan en el
alma (si existe algo que se llama alma), la música se confabula.
Toman distancia y se miran. Él se relaja, se tira para atrás y levanta
su cigarrillo. Ella mira con coloreada curiosidad.
Se lleva el cigarrillo a la boca y ella acerca su mano. Mira
desconcertado. Le quita el cigarrillo de la boca y lo da vueltas. Él comprende
que lo iba a encender al revés y sonríe. Ella sonríe y se lo vuelve a poner en
la boca, esta vez del lado correcto.
—Esta es una escena.— dice ella.
—Sin dudas.— dice él.
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