La música suena.
Bestia se le acerca, toma a Bella de la cintura y ambos cuerpos comienzan a girar, girar, girar.
Giran en sentido contrario al travelling circular que está haciendo la cámara. Giran, giran, giran...
Mientras el cielo se cae en forma de agua sobre los cuerpos mojados que giran, giran, giran...
Bella y Bestia se miran. Ella tiene una expresión extraña que él trata de descifrar mientras giran, giran, giran...
Bestia aproxima su rostro al de ella, proyectando un beso a futuro próximo. La mano de Bella se apoya en el pecho de él y sin previo aviso, lo empuja con violencia, se separa de la escena y comienza a vomitar de tanto girar, girar, girar
Con el tiempo las sentencias confirman su carácter prescriptivo de afiche. Un intento por una literatura breve, de efecto fraserológica y efímera
sábado, 30 de noviembre de 2019
domingo, 24 de noviembre de 2019
Lo singular
Quiero ser la víctima propiciatoria
de tu ritual de
amor
de tu poder de amo.
El caprichoso acto lanzado al imposible
y que se sigue
intentando.
saltar el abismo de tus ojos distantes
y volverte a
encontrar en un orgasmo.
Tomar de la mano a esa niña risueña
y llevarla hasta su
primer amor
en
otro cuerpo
en
otra alma
Renovar el ritual de un cuerpo
alguna vez entregado
a la misa de Eros
al cobijo de Tánatos
y saber lo efímero de ser sólo aquel
que renueve tu pacto
con el infierno próximo
de tu cuerpo aún lejano.
Traerte a un encielo lecho
en blanco derramado
por ambos cuerpos
transpirados.
Depender de tu tierra para apoyar tus/mis pies de alas
Bañarme en tu río heracliteano
cuantas veces los
fluidos de tu sexo me permitan.
Amanecer, despojado y en silencio
encadenado al perfume
de un recuerdo
a un símbolo trazado en mi piel.
Imagen prometeica
que promete el dolor
de las entrañas desgarradas
cada mañana.
y el
sabroso placer de sentirme renacer.
Tu aparición estableció ilimitades antaño inexistentes
y la certeza de saber que cuando te vayas
quedará el ruido y
la furia
de habernos
des-cubiertos en el abraso
(sin error de ortografía).
viernes, 8 de noviembre de 2019
Las miradas
La tomó de la mano y le dijo: “No
puedo creer que esto sea tan hermoso, que nos entendamos tan bien, que podamos
ser tan nosotros estando con otro”.
Bella lo miró y dijo: “Yo tampoco,
incluso tengo miedo”.
“¿De qué?”, preguntó Bestia.
“De que nada sea cierto”, respondió
ella.
Los ojos se miran mutuamente, se
sostienen y se justifican en la mirada. Él sonríe. Ella sonríe.
“¡Qué estupidez!” dice alguno de
los dos. Se besan y vuelven a sentirse plenos.
La cámara retrocede. Un cenital
enfoca a un hombre, sentado en una mesa, sosteniendo sus manos en el aire como
si sostuviera las de otro.
“Todo no es más que una simple
ficción y no tiene sino la inconsistencia de un sueño”, diría Chespir.
Pensamiento inútil de un empático viernes:
Todos sabemos que la palabra “empatía”
está de moda.
Algunos sabemos que la palabra “empatía”,
en este frígido mundo de capitales y neurociencias manipuladoras, es
indispensable.
Sin embargo, leo a varias personas
compartir una definición de empatía que es aboslutamente equivocada. Esos
letreros enuncian, palabras más palabras menos, algo así:
Esa definición es errónea, eso no
está ni cerca de ser empatía. Creo que sería bueno definir correctamente la
palabra para que varios de esos que se sienten “empáticos” se den cuenta que
aún no han salido de su propio ombligo.
“Empatía” NO es ponerse en lugar de
otro; esto implicaría que nosotros, atravesados por nuestra subjetividad y
cultura, pensáramos cómo reaccionaríamos a los mismos estímulos de otro sujeto
que se encuentra atravesado por otra subjetividad y otra cultura. La definición
“ponerse en lugar de otro”, no solo es una falacia sino que, diría, hasta
peligrosa ideológicamente hablando.
De esta mala lectura de la realidad
surgen los conflictos más grandes de la sociedad. Para dar un ejemplo, podemos
decir que cuando un burgués habla de lo que haría si fuera pobre, no sólo no
está entendiendo nada, sino que, y además, está sacando conclusiones
completamente equivocadas. También mea muy fuera del tarro un adulto que saca
conclusiones sobre la realidad escolar de un adolescente agregando frases tales
como: “cuando yo iba a la escuela si pasaba…”.
Podría decir simplemente que están
equivocados; pero de verdad me gustaría que entiendan. La palabra empatía no
sólo me gusta, la encuentro necesariamente indispensable para sobrevivir a
estos tiempos.
Empatía es en verdad, “la
participación afectiva de una persona en eventos que no le pertenecen”. Esto no
implica “ponerse en lugar de”, sino, por el contrario, entender las variables
que determinan que ese sujeto se vea sujetado a esa realidad y la posibilidad
de respuestas que puede dar ese Otro que apenas entendemos.
Nunca hay un juicio de valor si hay
empatía, es imposible. Tampoco hay un sentimiento de “lástima”. La empatía está
en el orden del reconocimiento del otro como sujeto distinto a nosotros y en
tratar (dentro de nuestra limitada capacidad de comprensión) de comprender la
realidad en la cual está inmerso y su posibilidad de respuesta.
Dicho esto, podemos deducir que
cualquier persona que cree en conceptos como la “meritocracia” carece de
empatía.
Empatía viene del griego “ἐμπάθεια”
(pasión), pero la psicología del siglo XX la tomó con matices significativamente
diferentes. Queda deducir de su etimología que es un sentimiento y no un
pensamiento.
Podríamos pensar que es una
comprensión intuitiva de la realidad de otro.
Como pueden apreciar, nada que ver
con ponernos en lugar del otro.
Yo uso mucho la palabra “empatía” y
ustedes también. Pero debemos tener en claro qué significa y lo que implica
cuando la usamos.
Ser empáticos inevitablemente pone
en riesgo nuestra subjetividad ya que estamos dispuestos a que la subjetividad
del otro (no su realidad) nos atraviese.
Decir “si yo estuviera en su lugar
haría…” no es ser empático; es ser un egoísta y pupocéntrico. Ser empático es
tratar de entender cómo lo piensa y siente ese otro tan distinto a nosotros.
La única decisión moral o ética que
hacemos, es la de decidir con quiénes somos empáticos; ya que podemos serlo
tanto con un asesino como con su víctima. A eso, sólo eso, queda relegado
nuestro libre albedrío y nuestra subjetividad cuando decidimos sentir la
empatía (que no es poco). Piensen que eso hace la diferencia en que sientas identificación
por 30.000 personas desaparecidas, torturadas y asesinadas o que sientas pena
por esos asesinos que están siendo condenados cuando ellos actuaron creyendo
hacer algún bien.
Llego acá a un clivaje en mi
discurso: la empatía no es un sentimiento suficiente para ser buena persona; es
necesario además un posicionamiento ético respecto a con quiénes sentimos
empatía.
Esta última y primera decisión es
lo que nos permite distinguir entre el género humano y los dispositivos de un
sistema perverso. Yo he leído gente apoyar a un violador por lo mal que le
hacía la sociedad al hablar de ellos… a ese punto de ridiculez llega la empatía
tomada sin definiciones éticas.
La ética es un traje que definimos
y nos define, y uno “sólo es lo que es y anda siempre con lo puesto”.
Y algunos dirán: “se fue a la bosta
con el argumento” y otros habrán dejado de leer antes.
Sin embargo, y esto escrito para
los pocos que siguen leyendo. Creo que es un sentimiento muy importante tanto
como creo que es necesario que lo tengamos bien definido.
Hoy hago paro no sólo porque siento
empatía, sino también porque tengo una postura ética tomada.
He dicho.
Buen finde para todos.
miércoles, 6 de noviembre de 2019
Un verbo copulativo en presente del indicativo
Es
la reticencia extrema,
la
promesa del abrazo en la ausencia
el
silencio enfadado que se entrega
un
cuerpo que resiste en la dolencia.
Es
la simpleza que se enreda,
con
palabras que fluyen y tropiezan
la
cabeza sobre el hombro y pura entrega
una
niña jugando en tupida rareza.
Es
sanción y condena que me absuelta
un
desplazamiento semántico y suicida
disparado
hacia el alma sin conciencia
huella
fragante que en sábanas me abisma.
Es
un no
Es
un sí
Es
un quizás
un:
no sé si sabés que me sabés como yo sé que tú me sabes
un
cuerpo negado y deseante que ansía abrirse al infinito
un
darse cuenta que esa espalda soportadora de azotes
escondía
enormes alas infinitas.
Yo…
un niño que sentado en la cama te mira aprender a volar tan despacito
Te
mira y te sostiene en la mirada.
sábado, 2 de noviembre de 2019
Pensamiento inútil de sábado: Hallazgo
El hallazgo es un acontecimiento en el orden de lo
particular. Un hallazgo no es lo mismo que hallar algo; en la acción de hallar
hay cierta voluntad que el hallazgo parece no tener. El hallazgo acontece y de
alguna manera sorprende; nos desplaza del cotidiano continuo y nos sumerge en
la maravilla de eso que, por lo general, nos es nuevo y familiar a la vez.
Familiaridad y novedad no parecen enfrentarse, sino que, por el contrario, se
validan mutuamente.
El hallazgo es una maravilla novedosa y familiar que
acontece sin previo aviso ni voluntad y nos deja pensando.
“¿Qué pasó?¿Qué es esto?”
En una charla, en un abrazo, en un beso, en una
palabra que escapa de su anudado concepto y se dispara hacia lo inesperado, en
un Cronos escondido en la muñeca, en un libro, en un objeto de arte, en un
caminar sin recordar a dónde, en un despertar sin saber cuándo, en ese otro que
nos mira desde el espejo, en ese objeto en el fondo del cajón olvidado…
En cualquier lado puede acontecer un hallazgo y nunca
nos queda claro qué es exactamente. Acontece dejándonos la sensación de que
algo absolutamente nuevo ha sucedido y nos es extrañamente familiar (lo
reconocemos sin saber por qué).
Lamentablemente (o quizás por suerte), el hallazgo es
innominable y por ello, inaprensible. Es único e irrepetible y nos deja
sentados, contemplando la nada, con esa mueca extraña que llamamos sonrisa.
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