jueves, 20 de julio de 2017

Dilemas del día del amigo

Este día siempre tengo una dicotomía muy particular y es culpa, solamente, de mi parca personalidad.
Yo sé que soy el peor de los amigos, no los cuido ni me gustan las reuniones numerosas y de mucho ruido. Eso implica que el típico comportamiento amistoso lo desatiendo completamente.
Y llega el día en el cual el comercio decidió establecer como de la amistad y se me suma un problema, o dos…
El primero es el rechazar reuniones en las que sé previamente que me voy a sentir incómodo (lo cual está casi solucionado porque la mayoría de mis amigos saben cómo soy o han dejado de serlo ofendidos).
La segunda es más compleja. La segunda son los saludos.
Y ¿por qué es un problema?
Porque el concepto de amigo es axiológico y depende de la cosmovisión de cada uno… y como yo sé que suelo ir a contramano de la emotividad general, también sé que suelo no encajar en los cánones de amistad de la mayoría.
Entonces es un poco vergonzoso saludar a gente que uno considera amigos cuando uno duda que esa persona lo incluya en su lista de amigos. No sé si se entiende porque parece complicado pero es muy simple.
Digamos que, por definición la amistad es un término muy plurisignificante y sería complejo definir parámetros intersubjetivos que permitan establecer límites entre la amistad y “el conocido” o “el colega” o “el compañero” o “el familiar”. Sin embargo y a pesar de eso, tengo en claro que hay patrones “normales” que por lo general no respeto; por ende son muy pocos los que continúan considerándose amigos luego de un tiempo de conocerme.
Personalmente desconfío de quienes saludan a todos en este día en igual medida que desconfío de quienes no saludan a nadie por considerarlo una fecha comercial. Al primero le falta ética y al segundo corazón.
Sin embargo, seamos honestos, es complejo decidir a quién saludar y a quién no; y además pensar en la manera en que esa persona puede tomar nuestro saludo si no nos considera dentro de su círculo hace más compleja nuestra decisión.
Por ejemplo, la ex ¿deben ser saludadas?¿cómo lo tomarán?¿me quitará eso la oportunidad de brindar alguna vez por los viejos tiempos? Esas sin dudas, son cuestionamientos existenciales de cualquier saludador.
En busca de soluciones, algunos optan por el impersonal saludo dentro de los grupos de whats app. Todos tenemos por lo menos entre 20 y 450 grupos de whats app y días como estos uno agradece que estén silenciados.
Otros optan por un mensaje impersonal y lo envían directo a la lista de contactos… y de pronto te saluda gente que vos no sabés ni quién es, es algo así como cazar  palomas con una escopeta del 16, a algo seguro le pegás.
También están los que por las dudas no saludan a nadie, sólo responden los saludos que les llegan. El extremo más radical de esta gente es la que ante un saludo de este tipo responden con cosas como: “gracias, igualmente, yo no le doy bola a estas fechas.” Esa gente debería investigar bien la diferencia entre sinceridad y gratuidad.
Otro problema es este, el de la fecha. ¿Alguien me explica cuál es el vínculo entre que el hombre llegó a la luna y la amistad?¿los humanos somos amigos de la luna? no pueden negarme que la idea es de lunáticos.
Siempre me ha parecido más lógico el 30 de julio y la cruzada de la amistad en Paraguay del ’58. Pero bueno, mercado son mercados y donde manda estados unidos no mandan latinoamericanos.
Sin embargo debemos reconocer que la amistad es algo mucho más complejo que juntarse de peña una vez por semana para chupar y comer indiscriminadamente. Algunos no disfrutamos de esos eventos y podemos sentirnos amigos a pesar de las distancias temporales y locativas. Otros, en cambio, necesitan el cuidado diario.
Estableciendo una analogía bastante arbitraria, algunos son como la azalea que necesita cierta temperatura, cierta humedad y ciertos cuidados… y otros somos como los cactus.

Feliz día del amigo para todos, sean como sean con sus amigos. Cada uno da y cree recibir lo que necesita.



miércoles, 12 de julio de 2017

Presencias


estoy en el baño
me miro al espejo
como siempre cuando despierto
necesito verme para acordarme
que habito este hábito de humano
y este destino incierto
presencias
De pronto me doy cuenta que me sobra
un cepillo de dientes
un desodorante de mujer que no uso
una toallita femenina en el botiquín
una coleta en la mesita de luz
un par de medias que no identifico
presencias
hace meses que sobran en mi casa
pero hasta ayer
creo que sabía por qué…
presencias
también sobra este hueco
este vacío inoperante…
injustificadas presencias

que ya no recuerdo.




sábado, 1 de julio de 2017

Crònicas de Matulandia y la paradoja de Zenón



Pocas analogías son adecuadas para explicar la paradoja de Zenón: la de Aquiles y la tortuga o la de recta como conjunto infinito de puntos.
No sé si ustedes la conocen, a la paradoja, pero Matu sin dudas no sólo la conoce sino que la sabe manipular.
La paradoja consiste en demostrar que el infinito puede estar comprendido en lo finito: Zenón planteaba que si Aquiles (el cual, según cuentan las lenguas de doble filo, era ligerito de pies) le planteaba la carrera a la tortuga (lenta de entendederas y de carreras) pero para tentarla le daba una ventaja de ½ recorrido, indefectiblemente Aquiles perdería.
El planteo no será pragmático pero si es lógico, cuando el Pélida aquileo llegaba al lugar de partida de la tortuga, esta  había avanzado algo y cuando nuestro héroe llegaba, nuevamente había avanzado y esto proyectado al infinito hacía para Aquiles imposible la tarea de alcanzar a la tortuga.
Los profes de literatura por lo general conocemos este concepto de infinito dentro de lo finito porque es la única forma de explicar muchos cuentos de Borges. A muchos no les importa que James Gregory haya demostrado siglos después que la suma de infinitos puede dar un número finito, a mí me interesan ambos conceptos porque uno me permite leer a Borges y el otro enuncia lo que siempre escribí sin darme cuenta, pero ese es otro cantar.
La mayoría de los seres humanos no está pensando en la paradoja de Zenon en sus ratos de ocio, hay pocos que estamos tan locos… la mayoría de gente, sanamente, la desconoce.
Matu, con solo cuatro años, me demostró no sólo saberla, sino manipularla.
Como todo niño, reniega del arte de comer. El padre insiste en que coma. Un método habitual para lograrlo es el de cuantificar los alimentos que van a ser ingeridos para ser reconocido su derecho a no comer.
Si comés cinco pedazos, podés no comer.
Y luego la negociación; que es mucho, que tres, que no, que cuatro, que bueno cuatro y luego una más, que bueno.
Entonces Matu toma un trozo de pollo cortado, retira de ese trozo una ínfima porción de trozo que al ser dividid adquiere la denominación de trozo y dice “uno” mientras se lo lleva a la boca.
Yo la dejo hacer y observo.
Ella me mira, sabe que no acepto su lógica pero insiste “dos”, “tres” hasta llegar al infinito sin que el trozo original de pollo se haya modificado significativamente.
Matu, eso no son trozos
Sí, mirá (muestra un aleph de pollo con orgullo)
Me doy por vencido y ofrezco un trato favorable que no puede ser rechazado:
Tres trozos de verdad
¿Así? muestra ella buscando aprobación
sí. respondo
Come sus tres pedazos y se pone a ver «hora de aventura»
Yo me quedo pensando que ella comprende en cuantas infinitas partes podría haber sido fragmentado ese ínfimo pequeño pedazo de pollo.
Ella, con solo cuatro años, me demuestra una forma de comprobar la parábola de Zenon.
Pero pienso en los infinitos textos escritos. En cómo todas esas textas (femenino) se aman en un solo cuerpo, las infinitas crónicas de Matulandia escritas y por escribir sumadas forman un número finito invirtiendo la ecuación… ¡maldito Gregory!

El infinito en un ínfimo trozo de pollo y el finito en una infinidad de textos.