sábado, 22 de febrero de 2020

Cursilerías de sábado


No creo que el amor nos llene,
tampoco que nos vacíe
No creo que seamos complementarios
de un amor a 90 grados
y sé que los colores complementarios si se suman
terminan en grises.
El Otro no debería ser razón, ni complemento ni causa
porque el otro es Otro
y su singularidad debe determinar que lo amemos.
Pensarlo mitad de un cítrico
me da acidez de espíritu romántico
y aunque seamos todos inconclusos
construcciones en proceso de desconstrucción
pensar al otro como el complemento que nos falta
es convertirlo sólo en el objeto faltante…
El amor es sólo con sujetos
(sujetos sujetados a este puto lenguaje)
Los objetos se compran en el mercado
y se poseen
se rompen o se gastan
y se compra otro.
Los objetos no son singulares
toda una turba de objetos cumple con las mismas características
y las mismas funciones
Los sujetos pueden formar parte de una grey
pero es su singularidad la que los determina
y la que nos enamora.
No hay asesino, ni violento, ni discriminador
que se atreva a dañar la singularidad de un sujeto
para poder hacerlo
debe pensarlo como objeto repetido
de una troupe de objetos iguales.
La representación más patética del amor al objeto
es la caridad
La escena más sublime del amor al sujeto
es el regocijo en el placer del otro.
Y vuelvo
No creo que el amor nos llene,
tampoco que nos vacíe
No somos mitad de nadie
somos un todo que nadie tiene
sentados frente a otro todo que nadie es
y el Big Bang de un beso
que todo lo construye mientras destruye al resto.




martes, 11 de febrero de 2020

Fragmentos intertextuales del discurso amoroso.


(Un juego de palabras memorizadas de quien es capaz de tomarse nada en serio… ni siquiera lo que piensa en serio.)

El ciego se autocondena a la infelicidad
sabiendo que su antónimo es imposible
y decía no importarle, eso decía
“hay tantas otras cosas en el mundo”
El hambriento lloraba la suerte
de un jugador de eternos dados
sin costras fermentadas en su costado
El inglés creía en la escritura del idiota
en una vida ruidosa y furiosa que era o no
pero tenía siempre la inconsistencia del sueño
El sembrador de flores muertas amaba
los desayunos de desesperanzas y nostalgias
El libertino rehuía a cepillarse los dientes
y metía la lengua en su bolsillo desteñido
cuando senos bizcos paseaban frente a familias grises
El borracho no dudaba en voltearse viejas culonas
mientras aceitunas arden en ciudades llamas
y un gato cojo y rabón alegraba su amargura
El huérfano sentirá la sal en su paladar
y la crueldad de los afiches… fetiches de papel
hasta que las ganas lo vencieron en un rincón
El cursi prefiere contar los números de su compañera
hasta dos y tres y acosarla aunque ella no quiera
El soberbio la prefería callada o ausente
y prometía el olvido cuando a él lo olvidaran
El quijotesco aseguraba no ser un gran galán
pero sin dudas haber amado cuanto cupido le ha brindado
El dibujante luego de describir su múltiple boca
prometía morir y esperar el abandono y la llegada
La suicida presentía la brevedad de su presencia
y por eso deseaba aferrar feroz con garra y dientes
el amor que corrompía su alma lentamente
El puto declamó no necesitar disfraces ni máscaras
para mostrar sus caras, sus diferencias, sus singularidades
y cobijó con sus palabras cada alita rota que naciera
El león sólo podía amar a un dios que no existía… y él sabía
pero a quien destinaba su mejor ladrillo de nada

Y así muchos
lloraron la estúpida paradoja
de no tener, querer dar y no ser
que dijo un estúpido y académico francés

Y yo soy sólo un ladrón
Y tú sólo un reflejo
Y sin embargo existe.