sábado, 6 de octubre de 2018

Un debate viejo y un debate nuevo




Debate viejo
Charlo hace unos meses con una colega con la cual seguramente jamás podría ponerme de acuerdo y sin embargo no priva que podamos trabajar sin que esta disparidad de mundos que no compartimos se interponga en la labor diaria.
Charla ella sobre otra persona (es su tema favorito hablar de otro, pienso yo que tal vez ha de ser muy aburrida su pequeña vida) y habla de religiones y de alguien (que por suerte no conozco) que en pos de su libertad de culto no profesa respeto (o el protocolo que en las escuelas algunas veces, casi muchas, no son más que una secuencia de gestos vacuos) por los símbolos patrios. Declama, quien está frente de mí, apocalípticos presentes en los cuales se han perdido cosas “importantes” en las representaciones populares.
Yo prefiero no entrar en el tema, ya que como expresé antes, la concordancia de perspectivas es un imposible anunciado, no obstante digo como al pasar.
Lamentablemente para tu amiga, ella trabaja en una institución social que conserva esos protocolos y aunque sea sólo como parte de una teatralización, deberá cumplir con ellos.
Mi interlocutora me mira sorprendida y en excepcional mensaje declara estar de acuerdo conmigo.
Sí, que se joda… dice si trabaja en una escuela deberá cumplir con lo que dice el Ministerio que ella haga.
Yo me quedo pensando si en estos últimos recortes de la vida aún tenemos Ministerio (vaya uno a saber); también pienso en los años que he trabajado en instituciones que profesaban algún credo y como me pude adaptar sin cambiar en lo más mínimo mi forma de pensar. Pero como mi colega sigue hablando mal de los otros y sus intolerancias y falta de respeto por aceptar lo que podríamos denominar del orden “común” aunque ella lo llame “normal”, palabra que derivaría en un texto mucho más extenso; ¿qué estaba diciendo? Ah, entonces me fui.

Debate nuevo
Charlo hace unos días con la colega antes mencionada con la cual había, milagrosamente, llegado a un acuerdo de criterios aunque no de fondos hace meses.
Charla ella esta vez sobre la educación sexual y habla de religiones y de respetos y de que tendríamos que tener cuidado (yo no entiendo muy bien de qué pero ella sigue soliloquiando) y que no va a acceder a dar a sus párvulos esa “aberración” (sic) de la “ideología de género” (sic). Declama apocalípticos presentes en los cuales se han perdido cosas “importantes” en las representaciones populares.
Yo prefiero no entrar en el tema, ya que como expresé antes, la concordancia de perspectivas es un imposible anunciado, no obstante digo como al pasar.
Lamentablemente para vos, trabajas en una institución social que piensa que educar sexualmente a los chicos es importante y aunque sea sólo como parte de una teatralización, deberás cumplir con eso.
Mi interlocutora me mira sorprendida y en excepcional mensaje declara:
No, no es así… dice se debe respetar mi libertad a no estar de acuerdo.
Yo me quedo pensando en por qué lo que hace meses le parecía absolutamente válido, hoy le parece equívoco. Pero como no me gusta debatir con paredes sordas incapaces de escuchar un argumento, me fui.