En la cartografía del olvido
hay un punto al rojo hierro
que es recuerdo
Tras los límites del cuarto
a la orilla de la cama
hay un pasado que nos resta
por vivir
que nos suma
por
amar
Vente cuando no tengas apuros que correr
y tengas una botella de tiempo que beber
No quiero recordarte que hoy es martes
y mañana, tal vez fin de semana
Que de tanto tango
y nostalgias en falsete
no soy capaz de desvelar
ni con el más fuerte de los trombones
al más noctámbulo de los corazones
Y sin embargo...
En la cartografía del olvido
hay un punto al rojo hierro
que es recuerdo
de un pasado que nos resta
por vivir
que nos suma
por amar
Con el tiempo las sentencias confirman su carácter prescriptivo de afiche. Un intento por una literatura breve, de efecto fraserológica y efímera
lunes, 23 de febrero de 2015
jueves, 19 de febrero de 2015
Charlas y mates recargado
Luego de hablar ampliamente del clima, los fenómenos
meteorológicos y la importancia del hombre y su accionar en los desastres;
abolló la botella de plástico de la gaseosa y la tiró junto con los paquetes de
galletitas vacíos, la yerba del mate usada y unas pilas que ya no andaban más.
Sin previo aviso, Bella ella, levantó el dedo
señalando el televisor y dijo con tono de indignación:
—No te entiendo.
—¿Qué puede saber de los pobres si nunca pasó hambre esa?
—¿Para entender a los pobres hay que ser pobres?— pregunto
legítimamente intrigado.
—Sí, hay que haber vivido esa realidad. ¿A vos, tan zurdito como sos,
no te parece?
—No.
—Ah, ¿no?— aporta enfática e indignada.
—No, no creo que el juez deba ser delincuente para entender la
delincuencia; no creo que el doctor deba ser bacteria o virus para entender las
bacterias o los virus.— mientras hablo pienso en lo equivocado de las metáforas
que estoy usando y comienzo a preocuparme en que pueda entenderlas
equivocadamente entonces concluyo abruptamente —¿Un gobernante, según tu teoría
debería ser rico, pobre, clase media simultáneamente para poder gobernarnos a
todos con equidad?
—Sí y no.
En ese momento seguimos hablando del clima.
Charla y mates (Diálogos plutónicos 10)
Sentados, tomando mate. Ella, bella, siempre. Hablamos de los tiempos actuales que es un tema
intrascendente y cliché casi tanto como el clima.
Ella, segura, convencida, dice.
—Es una tontería. Antes nadie se cuidaba de la salud, de la comida, de
todas las cosas que ahora hay que cuidarse y se vivía feliz sin problemas.
—Antes ¿cuándo?— pregunto curioso.
—Unas tres o cuatro décadas atrás.— contesta segura de lo que dice.
—Hace cuatro décadas atrás el promedio de vida era de 60 años.— aporto.
Ella calla.
* *
*
Comenzamos a hablar del clima.
martes, 17 de febrero de 2015
Diálogos escolares
—Bien, ahora y, si no hay
ninguna duda, les vamos a pedir un favor. Nos ha llegado del Ministerio una
encuesta que necesitamos que ustedes llenen. Es para tratar de mejorar la
educación de sus hijos, así que agradecemos lo hagan con la seriedad que
corresponde.
Paso
entre los padre y reparto las hojas. Me siento a esperar. Están, siempre,
aquellos padres que responden rápido. Están, siempre, aquellos padres que se
quejan de la redacción de las preguntas. Están, siempre, aquellos que dudan de
lo que hay que poner en cada ítem. Están, siempre, aquellos que se quejan de la
inutilidad de lo que están haciendo. Están, siempre, los que les parece
maravilloso todo; la encuesta y cada una de las preguntas.
La
variedad de padres es un calco de la variedad de alumnos.
Pero
esta noche (de hace cinco años) me llama la atención una madre en particular que
mira detenidamente la misma página durante más de diez minutos sin alzar el
lápiz.
—Debe ser la madre de Raúl—
pienso debido a la coincidencia de ciertos rasgos faciales.
El
muchacho trabaja con rapidez, no le gusta la escuela así que cualquier
actividad la trata de hacer rápido para dedicarse a otra cosa (El interés de un
muchacho en la secundaria tiene mucho más que ver con las compañeras que con
los contenidos de estudio).
—Disculpe…— me acerco
con el deseo de ayudarla. Esta actitud mía se corresponde más con el deseo de
terminar la reunión e irme a casa que con un verdadero deseo de ayudar; sin
embargo, y a pesar de esto pregunto —¿necesita ayuda?
Asiente
con la cabeza. Me siento al lado y leo en voz alta.
—“¿Cuántos son los
integrantes del grupo familiar? 2, 3, 4 o más (anote el número en el casillero)”
—Seis— me responde
inmediatamente y yo me sorprendo.
Un
poco casi fastidiado le digo:
—Y bueno, es así de
fácil señora. Responda las que siguen y después me avisa— giro y me dirijo
hacia el banco.
Algo frena mi fuga desde mi brazo izquierdo. Miro y veo la mano de la señora que me atenazaba. Aproxima sus labios a mi oído y me dice.
—No sé leer…
Me
quedo quieto como si me hubieran dado una bofetada y yo no hubiese percibido la
mano sino hasta que impactó con mi cara. Me siento a su lado y leo todas las
preguntas en el tono más bajo en el que pudiera ser oído sólo por ella. Temo
avergonzarla.
Al finalizar,
ella me mira con agradecimiento. En un tono muy bajo, como para no
avergonzarme, me dice.
—No tenía por qué
preocuparse; no siento vergüenza de lo que no sé, siento orgullo de que Raúl ya
esté en la secundaria…
Todos
se fueron. Otro colega al que se le hizo tarde como a mí pasa a mi lado y me
dice.
—Vienen solamente por el
subsidio, varios en julio no los vemos más. Qué estupidez todo esto de la
inclusión ¿no?— el tono es imperativo y con sorna.
—No.— es lo único que
digo; yo sé que tendría que quedarme a explicar "Raúl, su madre..." pero no tengo tiempo, no tengo ganas y tengo el alma “estrujida” (como diría mi abuela).
Me
fui a casa y comí en silencio hasta que la voz de mi mujer me distrae.
—¿Qué hacés?¿Estás
llorando?
jueves, 12 de febrero de 2015
Un pequeño problema
Hay gente tan chiquita, con vidas tan aburridas, que se dedican a hablar de la vida de los otros porque en la suya no hay nada interesante para contar.
Y desde esa distancia kilométrica entre una vida y un relato, estos seres chiquititos resuelven qué debió hacer y no supo aquel que sí se atrevió a vivir.
Hay gente tan pequeña que puede medir su vida.
El único problema es que 10 minutos sobran para que nos la cuenten.
Eso sí, enojarse con esa gente es también algo común entre esta gente pequeña.
Y desde esa distancia kilométrica entre una vida y un relato, estos seres chiquititos resuelven qué debió hacer y no supo aquel que sí se atrevió a vivir.
Hay gente tan pequeña que puede medir su vida.
El único problema es que 10 minutos sobran para que nos la cuenten.
Eso sí, enojarse con esa gente es también algo común entre esta gente pequeña.
martes, 3 de febrero de 2015
La Logia de Ana
A la
mañana, ni bien se despertó y salió a la calle el vecino le dijo:
—Qué estúpido que sos.
Él
continuó con su rutina, entre preocupado y angustiado de por qué le habría
dicho eso. Al día siguiente, su vecino, le dijo:
—Sos un estúpido y una
mala persona; nos jodés la vida a todos los vecinos.
—¿Por qué?— preguntó él
—No entiendo.
Todos
sabemos, K (no hagan elucubraciones políticas estoy haciendo una referencia al personaje de "el Proceso" de Kafka) lo sabe más que nosotros, que no hay persona lo suficientemente
limpia como para arrojar piedras honestamente. Por eso calló.
—Che cornudo… te merecés
todo lo que te pase. Ojalá te mueras.— fue el saludo del tercer día… y él
calló.
Al
cuarto día no esperó ningún comentario. Ni bien salió el vecino le acomodó una cross
en la mandíbula y lo dejó dando vueltas.
Ese
día, los medios publicaron, enojadísimos, que un vecino había golpeado a otro
sin mediar palabras… (Ahora sí, hagan elucubraciones políticas)
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