sábado, 27 de abril de 2013

Y la palabra hizo a Dios

- Seguro que tuvieron un accidente mientras venían - dijo en forma de chiste.
     En forma de chiste y para molestarla porque sabía que ella creía en determinado poder "mágico evocador" de la palabra. Él no creía esas boludeces; pero ella sí. Se divertía viéndola quejarse y sufrir cada vez que él hacía uno de esos comentarios.
    Dos horas más tarde se enteraron del accidente. Fue triste aunque en cierta manera era predecible. Todos sabían que manejando eran un peligro. Sin embargo ella jamás le perdonó ese chiste previo; estaba casi convencida de que sus padres hubieran seguido vivos si él no hubiera dicho lo que dijo.
- Son tan rayados con la dieta, faltaría que se conviertan en anoréxicos.
- Dejá de decir estupideces, vos.
     Al día siguiente fueron a visitar a su hermana a la clínica internada por trastornos en la alimentación. Él continuaba negándose a otorgarle este poder mágico a la palabra y casi como desafío dijo: "Faltaría que atropellen a nuestro hijo."

    El velorio fue dolido y discreto. Ella se fue, en silencio.

    De él, lo último que se sabe es que en una reunión de amigo dijo: "¡Me quiero morir!" y nunca se supo nada más.

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