sábado, 2 de noviembre de 2013

Un examen con L.

    Estoy sentado. Miro la puerta. Tengo ganas de terminar. Estuve todo el día sentado en el remís. No tuve tiempo para repasar. Finalizar la jornada con un examen es un poco plomo. 
    "Historia del arte" me gusta; pero el profe hace rato que no tiene ganas de dar esta materia; ya está viejo.
Se abre la puerta y Ana sale llorando. Siempre alguien sale llorando en los exámenes del profesor L. 
    La puerta está abierta. Me toca a mí. Me levanto. Entro. Me siento. Miro a los tres profesores. La profesora E pone cara de circunstancia, como diciendo “yo no fui”. 
    L. levanta un Pijoán, lo abre en la página central y pregunta:
- ¿Qué estilo es este cuadro?
- Barroco- Respondo.
- ¿Por qué?
    Y yo le cuento que el frontis esto, que la columna aquello, que la disposición de las figuras, que las ropas... y entonces hablo de la época. El profesor L interrumpe mi relato. 
    Pasa a otra pintura.
- Sí, también hay una vestida. - comento al pasar.
    En ese momento discutimos sobre si la duquesa de Alba era o no ligera. Yo pienso y le digo que no me importa, que al arte no le importa la vida de la duquesa, que al arte le importa lo que pintaba el sordo. Él me dice que no comparte mi opinión. Presentamos distintos argumentos. Yo no lo convenzo. Él no me convence. 
    No sé cómo pero de ese cuadro llegamos al arte actual. Creo que fue otro, el que imita a las meninas, que retrata al rey, que se burla del rey. Sí, seguro hablamos de la imbecilidad del Rey. Hablamos de la intertextualidad. Hablamos del agotamiento de los temas. Foucault, el lenguaje al infinito y así llegamos al arte actual.
- Culasso, a usted le gusta esta obra.- me muestra algo de Pettorutti
- Sí. -respondo sin mirar. Respondo porque sé dónde quiere llegar.
- Yo no le encuentro sentido. -dice categórico.
    Y hablamos de si el vacío de sentido puede ser o no un sentido. En la discusión incluso levantamos el tono. Los otros dos profesores miran. La profesora E plantea su opinión, me parece interesante lo que dice. La profesora N calla, no creo que entienda de lo que estamos hablando.
    De pronto, me despide. Miro el reloj. Han pasado 30 minutos. Me entrega la libreta. Tengo un diez... 
    La pasé cómodo, incluso me permití reflexionar sobre algunas cosas estudiadas.

    Y pienso en cuál puede ser la diferencia con Ana. 
    Y sé que puedo suponer muchas cosas: la diferencia de edad (yo tengo 26 y Ana solo 18), el trabajo, los hijos, los libros leídos, la atención en las extenuantes clases. Sé que puedo suponer muchas cosas, pero sé que no lo puedo saber porque no hay una instancia más subjetiva que la de una evaluación.

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