domingo, 9 de agosto de 2015

Vine, vi y voté...

Hoy es día de elecciones y como en todo día de elecciones estoy contento. Sí, pueden decirme que no es mucho lo que se elige hoy pero es bueno hacer una práctica habitual de votar; que cada vez sean más cosas las que debamos decidir.
Escribo esto en caliente, antes de saber los resultados y alegrarme o enojarme por otra cosa que no sea simplemente el derecho y la posibilidad de votar.
Hay gente que se fastidia cada vez que va a votar; hay quienes recomiendan no votar a los que no están obligados a hacerlo; para algunos parece ser una carga decidir cómo mirar a su país y se escudan tras frases creadas hace siglos y que nada significan: «todos son corruptos», «para que ir a votar si después hacen lo que quieren», «si la elecciones están arregladas», «la mayoría de los votos están comprados», frases que seguramente inventaron aquellos que nunca han querido que el pueblo decida nada. Todos sabemos, hemos vivido o nos hemos enterado de que algunas veces han ganado los votos en blanco. No seamos tan ingenuos, si fuera tan arreglable una elección los gobiernos de facto hubieran entrado por el voto ¿no les parece?
Cuando uno va a votar, creo que en principio uno lo intuye pero luego de varios gobiernos democráticos y varias experiencia uno termina confirmándolo, no vota personas sino formas de entender la realidad. Los políticos no importan como sujetos individuales, sino por cómo miran la realidad. Si yo creo que para educar, nada es mejor que un cintazo, voy a votar a un candidato muy distinto a si pienso que la educación tiene que ver con el acompañamiento.
Muchas veces la gente, equivocadamente va y vota personas.
Los argentinos somos muchos y no todos vemos la realidad de la misma manera; lo que implica por suerte, la posibilidad de alternancia política permitiéndonos vivenciar en nuestro propio pellejo una y otra lente.
Durante mucho tiempo se nos intentó convencer de que el ciudadano no debía participar en política, que eso era de subversivos, de gente peligrosa. Lamentablemente muchos continúan con esa idea y están convencidos de que no hacen política. Delegarle el poder a otros es una forma de ver el mundo, es una forma de pensar soluciones y es, por todo esto, una forma de hacer política. Una forma de hacer política que nos deja afuera del poder.
En definitiva, todos somos animales políticos. Es bueno y es sano que lo seamos conscientemente; que no temamos discutir, enfrentar interpretaciones y hasta levantar la voz.
En esta elección se ve claramente que se enfrentan dos argentinas; pero estas dos argentinas no tienen nada que ver con los partidos políticos sino con las actitudes frente a la política. Se puede hablar, discutir y confrontar con muchas personas del Pro, del Frente Renovador, del Frente para la Victoria, etc. Todos ellos, que discuten, que se enfrentan, que confrontan posibles interpretaciones de la realidad y que proponen posibles Argentinas; todos, sin excepción, forman parte de una idea de país politizado y democrático.
En el otro lado están los que llaman «pelotudos» o «boludos» a los que opinan distinto. Los que constantemente agreden, insultan, tratan de delincuentes, putean gratuitamente. Promueven el miedo y las imprecaciones, el escándalo y el espectáculo. Esa otra parte de la argentina son los resabios (para no llamar residuos) de los muchísimos gobiernos dictatoriales que destruyeron nuestra práctica política.
No importa, hoy, que votes a este o aquel. Importa que lo hagas a conciencia y porque creés en eso. Que lo pienses, que lo discutas; que no temas discutirlo porque de eso se trata la democracia, no de pensar todos iguales sino de que exista el espacio y la posibilidad de discutirlo; con argumentos, no con insultos.
Hoy, quizás no se elija gran cosa, pero se practica la democracia. Yo fui a votar contento, he saludado a derechas e izquierdas que respeto sin sentirme mal sino todo lo contrario; sabiendo que eso es lo mejor que puede pasarnos. Mientras tanto, a los que no pasa un día sin que insulten o agredan a otros, los que publican y republican estupideces, a esos, los iré borrando de a poco del grupo de amistades.
Galeano, hablando de fútbol, hacía una muy lúcida diferencia entre el hincha y el fanático. Decía que el fanático ni siquiera veía el partido ni le interesaba, el fanático «mira el partido, pero no lo ve. Lo suyo es la tribuna. Ahí está su campo de batalla. La sola existencia del hincha del otro club constituye una provocación inadmisible. El Bien no es violento, pero el Mal lo obliga. El enemigo, siempre culpable, merece que le retuerzan el pescuezo. El fanático no puede distraerse, porque el enemigo acecha por todas partes.»
Y con la política suele pasar un poco eso. Están quienes somos hinchas y quienes son fanáticos. Solo pensar la cantidad de perfiles que se llaman «anti-» algo es impresionante. No solo impresionante sino vergonzoso.

Hoy es fiesta democrática. Vaya mire y vote. Y desde hoy a octubre no le dé bola a los desestabilizadores de siempre que prefieren ser ellos los que elijan por nosotros. La democracia la sostenemos todos los que no tenemos miedo a seguir discutiendo distintas formas de interpretar y entender el país.

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