martes, 9 de febrero de 2016

Nocturno...

Recuerdo como si fuera mañana
la última vez que estuve viajando
por tu cuerpo tan húmedo y sediento
tan sabroso y amargo; recuerdo.

Recuerdo como si fuera hoy
las contorsiones de tu cuerpo
un mutuo «te odio»
vulnerable y fatigozo
un libertino recuerdo.

Recuerdo como si fuera ayer
tus interminables soliloquios
existenciales y vitales que musicaban
las tardes de lugares cerrados
y descuentos nunca pedidos. Recuerdos.

«Yo no extraño», me decías.
«Yo no recuerdo», te digo.

Recordar es permitir a Cronos
su acostumbrado filicidio,
es regalarle al olvido
un presente ya perdido.

Encontrarte fue tan extraño
como extraño perderte
y entre tanto extrañarte tanto.

Nunca he sabido de grises
ni tratar a la gente
y soy un desconsiderado cuando siento;
pero jamás poseo 
más allá de tener
la fugacidad de un orgasmo robado
con celo al celo.

Como niño, siempre, como niño
siento y vivo
discuto, me encapricho, peleo,
reclamo y muero.
Como adulto, sólo como adulto solo
recuerdo.

Y entonces acostarme a mormir
y renacer de cenizas
y doler de las entrañas prometeicas
y mirar la sisífica piedra
y despertar
y escribir como niño
que regurgita lo que el estómago
no ha podido digerir.


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