jueves, 18 de febrero de 2016

Soy un tipo con suerte estética.



Todos los niños ven o piden que les lean el mismo cuento una y otra vez, eso les da seguridad y previsibilidad; pero, para los padres puede ser terriblemente fastidioso. Algunos padres han sido sometidos a durísimas horas de teletubis o pitufos… pobres padres… Cuentan las leyendas urbanas que uno de ellos pereció convirtiéndose en Barney para poder torturar con equidad al resto de los padres mortales.
Yo debo reconocerme como un sujeto sujeto a la suerte estética… Tuve suerte.
Mi primer hijo, cuando era pequeño,  veía de manera casi obsesiva una cinta VHS grabada con una película en inglés subtitulada que yo debía doblar en simultáneo cada vez. Creo saberme las canciones y los parlamentos de memoria.
Tuve suerte, esa película se llamaba «El extraño mundo de Jack».
Me di cuenta cuál era la película fetiche de mi segunda hija cuando me vi obligado a realizar la quinta copia, luego de que todas las otras se rompieran de tanto uso, del DVD.
Tuve suerte, esa película se llamaba «el viaje de Chihiro».
Mi última hija parecía carecer de ese vicio de la película repetitiva hasta que me vi obligado a realizar una copia en la pc que tengo conectada al tele de un archivo bajado de internet.
Tuve suerte, esa película se llama «Ponyo».
Ahora que lo pienso, no sólo tuve suerte sino que aprendí de cine culpa de mis hijos.
Gracias a los tres.






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