Todos los niños ven o piden que les lean el mismo cuento una y otra
vez, eso les da seguridad y previsibilidad; pero, para los padres puede ser terriblemente
fastidioso. Algunos padres han sido sometidos a durísimas horas de teletubis o
pitufos… pobres padres… Cuentan las leyendas urbanas que uno de ellos pereció
convirtiéndose en Barney para poder torturar con equidad al resto de los padres
mortales.
Yo debo reconocerme como un sujeto sujeto a la suerte estética… Tuve
suerte.
Mi primer hijo, cuando era pequeño, veía de manera casi obsesiva una cinta VHS
grabada con una película en inglés subtitulada que yo debía doblar en
simultáneo cada vez. Creo saberme las canciones y los parlamentos de memoria.
Tuve suerte, esa película se llamaba «El extraño mundo de Jack».
Me di cuenta cuál era la película fetiche de mi segunda hija cuando me
vi obligado a realizar la quinta copia, luego de que todas las otras se
rompieran de tanto uso, del DVD.
Tuve suerte, esa película se llamaba «el viaje de Chihiro».
Mi última hija parecía carecer de ese vicio de la película repetitiva
hasta que me vi obligado a realizar una copia en la pc que tengo conectada al
tele de un archivo bajado de internet.
Tuve suerte, esa película se llama «Ponyo».
Ahora que lo pienso, no sólo tuve suerte sino que aprendí de cine culpa
de mis hijos.
Gracias a los tres.
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