miércoles, 23 de octubre de 2013

El plagio

     Nadie lo vio llegar a su cama en la anónima noche; pero al día siguiente nadie ignoraba que era un plagio. A nadie le importó que él dijera que venía del norte, de algún lugar del que prefería no acordarse, no era necesario; su imitación y falta de originalidad se olían como perfume parisino.
     Algunos vecinos alegaban ver entrar y salir por la puerta de atrás de la casa a un ser despreciable que debía de extorsionarlo.
     Las habladurías lo lastimaban pero recostado en la cama sus heridas sanaban mágicamente como si estuviera en un lugar sagrado.
     Se propuso entonces soñar un autor que lo justificara a él como personaje. Y soñarlo con tanta minuciosidad que se impusiera en la realidad...
     Si tuviera autor, evitaría el plagio.

     Primero fue solo ruido y furia, sueños sin sentido.
     Luego de mucho intentarlo el proyecto fue tomando forma y el autor fue surgiendo como sin quererlo detrás del papel.
     Levantó la cabeza, leyó las palabras y las borró a todas porque le parecían copiadas de algún lado.

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