viernes, 9 de agosto de 2013

¡Qué vergüenza!

    Algunas veces me da risa.
    Miro la cara indignada de ciertas escandalizadas miradas... cierto temor a un Dios castigador que te va a sorprender en pleno onanismo; cierta ubérrima defensa a la inocencia adolescente perdida en algún revuelo izquierdista de esos sucios libres pensadores que no se fueron a Europa, porque ya ni ahí los quieren.
     El señor cara indignada muy enojado por unos libros que llegaron a Mendoza se queja, en su departamento de Córdoba mientras almuerza con su hermosa familia viendo sana y cristianamente en televisión cómo dramatizan la muerte de una chica que envuelven en bolsas de consorcio y tiran en el camión recolector de residuos ¿habrá sido violada?...
    ¡Qué mal esto de Mendoza!¡Con los chicos no! ¡Con los chicos no! Dice el señor mientras come.
    Después verán cómo una muchacha le partió la cabeza a otra con un martillo de enternecer milanesas, cómo un vehículo atropella a una criatura y sale huyendo, cómo el asesino de una mujer se casa con la hermana de la muerta...
    ¡Qué mal esto de Mendoza!¡Con los chicos no! ¡Con los chicos no! Dice el señor mientras toma su café.
    Menos mal que la televisión, con su baño de realidad, nos protege de los perversos ficcionalizadores de mundos; menos mal que este señor de cara indignada tiene los medios para proteger a sus hijos de las indignantes ficciones.
     Algunas veces me da risa... y otras, mucha tristeza.

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