miércoles, 16 de octubre de 2013

Un río gris en la oscuridad de la noche

     Es de noche, muy de noche, noche profunda por oscura y oscura por cerrada y cerrada por misteriosa. No es que yo sea cagón; pero estas noches me dan un poco de miedo. Siempre me ha dado un poco de miedo no ver; que la luz de la luna no se apiade un poco de mis ojos.
     Cuando hay luz todo se hace más superficial, más claro, más visible y el miedo desaparece; pero a medida que la oscuridad avanza lo playo se hace hondo y lo hondo se hace profundo y en la profundidad de la noche hay tanto para pensar y tan poco para distraerse; dis-traerse, traerse fuera, fuera de esa profundidad agobiante, devenir superficial y perder el miedo.
     Camino sobre el verdor húmedo de la orilla del río gris, el río me da miedo cuando la noche es profunda. Lejos del río es peligroso... o no, no sé... lejos del río en la noche oscura se pierden las referencias y uno no sabe dónde camina, y uno no sabe dónde está, y uno no sabe dónde se dirige.
     El río inmóvil, en cambio, está ahí y siempre estuvo como referente eterno (ha estado antes de que yo existiera y estará después de mi extinción), como símbolo del largo e interminable recorrido de la vida.
     En el río gris, manchas lumínicas se deslizan a gran velocidad, juguetean con mis ojos que parecen cerrados de tan oscuros. La noche es profunda, oscura, cerrada, misteriosa pero los peces luminosos alegran mi existencia, tranquilizan mi temor.
     Apoyo un pie en el río gris, duro y frío; pongo el otro. No veo nada. Mis cuatro extremidades en contacto con el río y me deslizo, lentamente, tratando de descubrir el piso en cada paso. Un brillo repentino me permite ver mis manos, mis peludas manos apoyadas en el gris y me doy cuenta que es un brillo, un brillo veloz del río, y levanto la cabeza y lo veo fascinado y veo cómo viene hacia mí para salvarme de la oscuridad.

     Sabe que es imposible cualquier maniobra y decide golpearlo con el costado del vehículo. Siente que la rueda derecha pasa sobre el cuis y lo percibe mullido y cómodo. Sabe que no ha dañado nada del auto y sigue su camino sin detenerse. Solo se queda pensando en algo de esos ojos locos, iluminados, fascinados que lo miraron directamente como si le hubieran visto el alma.
Piensa en esos ojos unos kilómetros y después se olvida.

1 comentario:

  1. ¨ Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. ¨ (H.Q.)

    Eso es exactamente lo que ha hecho Ud. aquí.

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