martes, 22 de abril de 2014

Formatear.

    Y de pronto te das cuenta que estás más lento... no en velocidad sino en velocidad.

    Con el paso de las semanas y de los meses, entre lo que instalás y desinstalás, la memoria se va llenando de basura y el procesador lógico se vuelve más lento y comete errores con más frecuencia...
    Cuando comenzás un proceso, de pronto te das cuenta que sin permiso una serie de procesos automáticos comienzan a funcionar al mismo tiempo.     Hasta las acciones más insignificantes te condenan a una serie de acciones subsidiarias e innecesarias que eternizan las decisiones al infinito.
    O lo que es peor, en medio de un proceso importante el sistema lógico se queda tildado sin comprender exactamente qué estábamos haciendo ni para qué... y no se nos ocurre nada.
    Iniciar el equipo, día tras día nos demanda más tiempo y no hay antivirus ni antibiótico que logre evadir todos los spam que se activan al abrir los ojos.
    Los programas que parecían útiles se convierten en estorbos molestos y rutinarios a los que estamos obligados porque no nos atrevemos a la alternativa de usar opciones nuevas.

    En ese momento llegás a pensar que una vez por año hay que formatear el disco rígido.

    Esto podría ser una analogía o solamente un problema informático. O las dos cosas.

    O ninguna de las dos.

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