lunes, 9 de noviembre de 2015

Un imposible (diálogos plutónicos)

Camino con motivos pero sin ganas. Estoy perdiendo el tiempo hasta que la hora se haga, como una comida que espera en el horno y un cocinero que recorre sin sentido una y otra vez  la cocina esperando un plazo imaginario.
Rodeado de gente voy a un determinado lugar que no viene a cuento.
Paso, la veo, no presto atención porque no la reconozco o no la reconozco porque no le presto atención. Algo como un eco golpea mi cerebro y antes de darme vuelta y seguir mi camino, una sinapsis con “delay” me permite verla nuevamente pero revestida de recuerdos.
Sonrío espontáneamente y me sorprendo que siga siendo tan bella, quizás más linda hoy que ayer o sea tal vez sólo una ilusión, no sé…
­– ¡Hola!– digo, notoriamente contento
– Hola, ¿cómo andás?– dice ella. Ella es un espacio en el que conviven la mujer real y la idea que siempre me he hecho de su existencia y de su hermosura.
Son más o menos cinco las frases de fórmulas sucesivas antes de comenzar a hablar.
Ella encadenó una sucesión de núcleos básicos que recorrieron su vida laboral desde la última vez que la vi hasta ese día de hoy, yo sólo expliqué el motivo de mi presencia aquel hoy en esa ciudad en este lugar… como queriéndome acercar, como queriéndola cercar, distraje su andar y quedé allí el rato que ella se quedaba y ella quedó allí el momento que yo suspendía su andar.
Dejé de prestar atención a la gente que en torno a nosotros caminaba.
La comodidad es una sensación extraña que no necesita de acciones ni de palabras pero que se desarrolla en el tiempo con la fugacidad de la sombra de un insecto.
–Chau, me voy.– me golpeó con sus palabras.
–Chau, un gusto haberte vuelto a ver.
Y cuando se fue el lugar volvió a ser el lugar y el tiempo recobró el pulso.
Es muy probable que no la vuelva a ver por otros 6 o 9 años.
Es muy probable que la próxima vez que la vea sea solo esto, una charla unos minutos en una plaza.
Porque la magia en la belleza de una mujer es la misma que la de un libro… aunque los tiempos nos hagan pragmáticos, simplones, carnales y vulgares; nadie puede negar que la verdadera magia radica en la fantasía…

y la fantasía en el imposible.

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