martes, 12 de abril de 2016

Mientras afuera llueve

Mientras afuera llueve, me pienso:


No soy y nunca he sido de los que dan abrazos interminables;
es más, me siento incómodo cuando duran más de unos segundos.
No grito goles desaforados
aunque me haya muerto de ganas de que mi equipo lo haga.
No lloro frente a la tristeza… quizás sí ante la impotencia.
Nunca me enojo cuando pierdo ni pateo los tableros.
Jamás he prometido amores eternos
aunque haya gente que piense lo contrario.
No río a carcajadas con los chistes.
Me parece innecesario cuidar a los amigos…
Digo (pienso), si son amigos lo seguirán siendo.
Las cosas personales son cosas personales
y es muy raro que hable de ellas.
No me interesa el Otro cuando llega en boca de chismosos,
ni cuando habla de más;
sí me concentro en su silencio
o en las palabras que me dice y no está diciendo.
Tiendo mi mano si lo siento
y nunca por obligación
o lo que digan
o lástima…
No sé consolar a los que sufren.
Y no sé si quisiera saber hacerlo.
No me incomodan los silencios.
Jamás me meto en los asuntos personales de otros
ni opino sobre ellos
y espero que los otros hagan lo mismo
aunque sé que es imposible.
Por lo general, no creo en lo que me dicen
y mucho menos cuando me elogian.
Me es difícil expresar la alegría
aun cuando la siento.
Cuando entro en reuniones de gente que no conozco
me arrincono en un lugar y no saludo a nadie;
más por vergüenza que por mala onda.
Trato de no pedir nada
porque no me creo capaz de dar algo bueno.
Tardo mucho en aprenderme los nombres
aunque recuerde las personas.
Nunca he fingido reconocer a quien no recuerdo…
lo he intentado, pero no me sale.
Hablo con quien me habla.
No golpeo ni insulto ni expreso cariño…
lo que no quiere decir que no se note lo que siento.
Es posible que no te hable durante años
o décadas
y luego te trate como si nos hubiéramos visto ayer.
Creo en la bondad de la gente
aunque trato de que no se den cuenta.
Soy muy inseguro respecto a lo que piensan de mí
pero no hago el mínimo esfuerzo por revertirlo.
No tengo muchos amigos
ni pretendo tenerlos.
Me cuesta mucho aceptar ayuda aunque la necesite.
Sólo sé trabajar en grupos que respetan las individualidades;
no creo en los grupos homogéneos.
Puedo trabajar cómodo incluso con gente que no tolero.
Me gusta tomar mates solo.
La soledad es una de mis mejores compañeras.
Huyo de los que hablan constantemente de sus problemas.
Si me dan una posibilidad de resolver una situación sin conflicto,
la tomo aunque no me convenga.
No extraño mi pasado aunque lo haya disfrutado.
Ni me trazo una línea hacia un futuro cierto.
Confío en el sino y en mi suerte
y que en el mundo hay más buena que mala gente.
No me apasiono por ninguna idea
aunque sea capaz de defenderla con fervor.
Puedo argumentar mi idea
tanto como la contraria
lo que no quiere decir que crea en ambas.
Pienso cada uno de mis pensamientos
porque confío en la razón.
Pero no me quedo pensando lo mismo mucho tiempo;
porque sé que cambio de pensamientos de pensamientos.
Jamás he creído que la gente crezca,
sino que se somete a estímulos distintos que lo obligan a reacciones diversas
mi yo de ayer no es mejor ni peor que mi yo de hoy o de mañana
es el mismo yo en distintas situaciones.
Me siento responsable de lo que hago
pero creo que lo que sucede siempre se debe
a lo que hacen todos los involucrados.
No me creo tan poderoso como para sentir el único hacedor;
ni tan víctima como para suponer que todos actúan en torno a mí.
La gente que me conoce sabe que no me defiendo de mis agresores,
ni desdigo lo que digan de mí
aunque no sea cierto.
Solo me apasionan mis hijos, el arte y mi trabajo;
el resto de la vida la transito
porque es una sola
y no quiero perdérmela.
No suelo decir “te amo” con facilidad
porque creo que es una palabra
que como los insultos
pierde su valor en cada uso.
Seré quizás un pescado… un pecho frío…
o solo un tipo, sentado en su casa, mientras su hija juega con plastilina y afuera llueve con insistencia.
Sólo un tipo que escribe un montón de oraciones sueltas,
que sabe que no alcanzan para describirlo
y que algunas de ellas sobran.
Un tipo que está seguro
que muy pocos lo van a leer
y que casi ninguno llegará al último verso.

Alguien que escribe lo que a nadie interesa.

Y esa última oración
que surge del aburrimiento de la tormenta
es quizás la mejor descripción
que pueda jamás hacer de sí mismo.






No hay comentarios.:

Publicar un comentario