miércoles, 5 de junio de 2013

Él o yo... Usted decide.

Salía de casa aquella mañana; había desayunado a duras penas unos mates que amargos como el frío entraba por el cuello del pullover. Caminaba sin pensar en ella (como si eso fuera posible)... iba a donde siempre, a donde se espera que vaya en silencio y con el frío de compañero.
Cruzar la calle mirando es suelo es una costumbre. Contaba las baldosas una a una, baldosas cuyos dibujos sabía de memoria, baldosas cuyos dibujos salían de la memoria.
No lo sabría sino hasta verla; pero ella esperaba en la puerta del edificio, en la entrada del trabajo, en el fin del universo subjetivo de baldosas y de ideas, en la entrada al afuera. Llegaba temprano, lamentablemente.
Ella miró. Las miradas se cruzaron.
“¿Él o yo?”, había dicho hace poco en algún lugar, en algún momento, por alguna razón.
“No puedo decidirme”, contestó ella y dejó que entrara a la rutina, y dejó que entrara a la ruina.
¿Él o yo?

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