martes, 10 de septiembre de 2013

Los contrincantes

     Eramos (debería decir "somos") enemigos o contrarios ideológicos. Por algún estúpido enfrentamiento que ya no recordamos, cualquier cosa que yo diga o proponga será contradicha por él y de igual manera cualquier cosa que él sugiera yo encontraré la manera de contradecirla. No hay muchas razones para ello y muchas veces nos hemos encontrado argumentando a favor de ideas que originalmente no aceptamos sólo para llevarle la contraria al otro. Creo que pensar distinto que el otro es parte de nuestra identidad intelectual.
     Un día se acercó y en tono de epistemólogo francés de mediados del siglo XX, me dijo:
- Nunca confíes en los consejos que te da alguien pagado de sí mismo.
     Casi caigo en el engaño. Estuve a punto de decirle: "y por qué debo confiar en lo que vos decís" pero me di cuenta a tiempo y me callé un segundo para pensar. Me daba rabia, sentía bronca e impotencia por no encontrar la salida de esa paradoja.
     Él me miraba y sonreía sabiéndose ganador de esta contienda. No había forma de que lo contradiga sin aceptar su consejo. Entonces, levanté la cabeza con la mirada de quien acepta su derrota (él miraba victorioso) y le dije:
- Tenés razón.
     Miró desconcertado; bajó los ojos y luego la cabeza en señal de derrota y se fue.

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