Todos los días el ave viene, todos los días el ave destripa, todos los días arranca las entrañas y allí mismo, frente a Prometeo, las come. Prometeo la mira; después de tantos años, décadas, siglos, milenios, infinitos, la costumbre ha hecho que lo normal no duela, que la rutina que antes fuera sufrimiento ahora sea hábito esperado.Todos, los dioses y los hombres, han olvidado a Prometeo; sólo el ave comedora de entrañas que recuerda día a día ir hasta su prisión de cadenas a comer su rutina esperada lo conserva en el recuerdo.
Un día la longeva ave morirá y Prometeo sufrirá su mayor tormento; caer en el definitivo olvido, en la irreparable soledad.
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