miércoles, 14 de octubre de 2015

Llegar tarde

Línea blanca, línea blanca, línea blanca, línea blanca, línea blanca, línea blanca… gris infinito… poste de luz, poste de luz, poste de luz, poste de luz, hornero en poste de luz, poste de luz, poste de luz… verde soja infinito. Amarillea la mañana y el deseo de llegar se convierte en bostezo.
110. Acelera.
El cerebro, el mismo cerebro de la misma persona a la misma hora (de madrugada) funciona distinto. Cuando se despierta piensa más rápido, asocia, descubre a velocidades que irá perdiendo paulatinamente a medida que avanza el día; cuando no ha dormido, la velocidad y rapidez asociativa se reducen a su mínima expresión.
120. Acelera.
Va en el auto con un único destino, llegar a su pueblo, llegar a su casa, llegar a su cuarto, llegar a su cama, llegar a su sueño como en un juego de cajas chinas que se le hace infinito.
130. Acelera.
Un camión se interpone entre el auto y su destino. Lo obliga a desacelerar. No quiere. Tuerce el volante sobre la izquierda e inclina la cabeza con una falsa ilusión, como si esa acción le permitiera ver mejor. No ve nada.
140. Acelera.
Pasa al camión en poco tiempo. Sin embargo, no tan rápido como esperaba. Comprueba algo aprendido en primaria y repetido en física de secundaria: si dos vehículos se desplazan en la misma dirección a distintas velocidades, para saber la diferencia que permitirá a uno pasar al otro hay que restar al vehículo que va más fuerte la velocidad del vehículo que va más lento.
Acelera.
Comprueba pero no es consciente. No tiene otra conciencia que el deseo de llegar. Otro camión. Otro puto camión. Se abre, inclina la cabeza e insulta. Insulta en vos alta porque reconoce otro camión adelante del camión. Insulta como si esperara que el insulto fuera escuchado por el primer transporte y lo evaporara mágicamente.
No sucede.
Desacelera.
De frente, dirigiéndose en sentido contrario a su desplazamiento, pasa un auto, otro auto, otro auto, un camión, cuatro autos… es hora de entrada en los distintos trabajos, no es hora de volver a casa apurado.
Desacelera.
Se abre, inclina la cabeza y observa. Una moto. Siente deseos de pasar lo mismo, de cerrar la moto contra la banquina.
Acelera-desacelera. Se contiene. Se da cuenta a tiempo de la estupidez.
Pasa la moto, un auto, otro auto, un camión… desacelera más. ¿Qué pasa?
En una curva amplia comprueba que no son dos camiones… son tres. Bien pegados uno detrás del otro. Se inquieta.
La curva da la sensación de que puede ver más de lo que en realidad puede ver. La soja es baja y no obstruye la visión. No hay nadie (piensa).
Acelera.
Se abre, inclina la cabeza y comienza a pasar sosteniendo el volante porque la curva al acelerar el vehículo le da la extraña sensación de que lo sacara hacia afuera.
Llega a la trompa del primer camión y se da cuenta de que no hay distancia que le permita entrar entre un camión y otro.
Acelera.
Los camiones son de porte grande y van a una velocidad mayor a la permitida para los transportes de este tipo, pero es temprano y confían en que no hay controles camineros.
Nuevamente comprueba la relación de velocidad de la que hablamos antes.
A lo lejos se ve un auto. No lo vio antes porque ese coche no tenía las luces encendidas. Se da cuenta la importancia de que, aunque sea de día, se enciendan las luces. Recuerda las veces que se olvida de encenderlas.
Desacelera, acelera.
Piensa retroceder lo avanzado. Es todo un camión. Con el riesgo que esto implica. Piensa en multiplicar la velocidad para generar una mayor diferencia de velocidades entre su vehículo y los que está superando. Opta por lo segundo luego de segundos de juicio suspendido en los cuales el tiempo no se suspendió como en las películas y el punto de encuentro entre los dos vehículos resto muchos metros.
Acelera.
No comprende que este acelerar modifica también la relación de velocidades con el coche que viene de frente. Cuando dos objetos se desplazan a velocidades contrarias la velocidad del encuentro se obtiene sumando las velocidades de los vehículos individuales.
Acelera.
No lo piensa porque solo piensa en llegar a casa. Entre la trompa del segundo camión y la cola del primero tampoco hay espacio para su auto.
Acelera.
Tensa los músculos del cuello y aprieta con fuerza el volante.
El auto que viene de frente comienza  a disminuir la velocidad consciente de lo inevitable. Pero seguramente se desplazaba a más de 120 kilómetros por hora porque no es mucho lo que puede hacer.
Acelera.
La ruta no tiene banquina suficiente como para que uno de los coches transite sobre ella.
Desacelera el auto que viene de frente.
Desacelera el camión.
Acelera, tensa los músculos del cuello y acelera. Sabe que no llega. Ya no importa.
Cierra los ojos.

Todo da vueltas. Todo se detiene. No escucha nada. Un silencio de caracol marino. No siente dolor aunque sabe que se golpeó. La ventanilla está partida. Siente algo húmedo que cae sobre su cara. Supone sangre. Mira a través de la ventanilla rota, a pocos metros de él, un cuerpo en el piso.

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