martes, 29 de diciembre de 2015

Elidiendo tiempo

Acaricia su rostro.
La ve y la piensa.
La sabe y la siente bella
y un espíritu cursi
de sensibilidad de vieja barredora de veredas
lo invade.
Desliza sus dedos por su espalda
vuelve por la curva de sus caderas.
Están ahí sin hacer nada
en tiempo muerto
suspendido de obligaciones.
La abraza como si tuviera temor de que se fuera
y luego la suelta como si deseara que se vaya
despeja el pelo de su rostro
y vuelve a mirar su cara
la soñó casi idéntica mañana.
¿Por qué está ahí?
se pregunta
y la acaricia y la toca
sabiendo la primera y última oportunidad
y el tacto miente menos que los ojos;
su cuerpo se le desliza entre sus manos quietas.
«Perdón», se escucha.
«¡Cállate!» dice.
¿Por qué está ahí tan idéntica a su sueño?
suspendiendo el tiempo
debe desearla, es imposible no hacerlo
debe de desearla o no estaría ahí
en un tiempo elidido de obligaciones y posibilidades.
La belleza tiene el sabor de Eco
que se desvanece mientras repite las palabras
de su deseo.

«Lo llamamos para avisarle que terminó su primer turno, va a sacar otro o paso a cobrarle»

Se cambian y se van
la deja en la puerta y sin un beso
deseando y prohibiendo
un futuro encuentro.

Y después la piensa,
no puede dejar de imaginarla

igual a su presencia
y esclavo de su ausencia.

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